PARÁSITOS ESPIRITUALES
En nuestro caminar espiritual, nos encontramos con muchos momentos que se convierten muchas veces en obstáculos, pero a la vez en peldaños para subir mas el hermoso, pero a la vez espinoso camino de encuentro personal con Jesús. Nos encontramos con momentos de Infinita comunión en los que sólo sentimos Amor profundo, un amor que viene de un ente tan Puro, como lo es el Espíritu de Dios; pero a veces, nos vemos envueltos en momentos de pérdida total, el camino desaparece, el horizonte se nubla y sentimos que esa comunión ya no es tan profunda.
Se podría decir que estos momentos pueden deberse a una preparación interior que Dios le hace a nuestro corazón para escalar otro peldaño espiritual más profundo de Su encuentro y crecer en la Fe aun cuando esté “la secreta escala esté disfrazada”, como lo diría San Juan de la Cruz.
Pero esa preparación también implica una lucha interior contra aquellos pensamientos que se convierten en algo podríamos definir como “parásitos espirituales”, o aquellos pensamientos que nos roban la tranquilidad y la paz del alma.
Los parásitos desde la biología se definen como aquellos organismos que viven, se desarrollan y se alimentan dentro de un huésped, robando sus nutrientes y produciéndole daño. Para que ese parásito pueda entrar a ese organismo vivo, necesita una afinidad especial por ellos, de lo contrario no invaden.
De la misma manera, podríamos hablar de los parásitos espirituales, como aquellos pensamientos que empiezan a meterse en nuestro interior y que si los aceptamos, empiezan a nutrirse de nuestra alma carcomiéndola por dentro, de manera tal que le roban sus nutrientes espirituales, dejándola completamente vacía y desolada.
Es ahí cuando llegamos a sentir nuestro corazón sólo, vacío, triste, angustiado, empezamos a buscar refugio en otras cosas; nuestros sentimientos se confunden, nuestras emociones se enferman, lo que nos lleva a apegarnos de otras personas de una manera enfermiza, o tal vez a mascotas, comida o algo que trate de sacar esos parásitos que habitan allí y rellenar las cavernas que dejaron; pero resulta que eso, puede estarse convirtiendo en más basura interior que atrae más parásitos, y jamás logrará acabar con ellos.
En el campo de la medicina, cuando una persona presenta parásitos, el malestar que estos producen, la obligan a asistir al médico para que le mande un medicamento que cure los síntomas, erradique el parásito y la persona pueda curarse, si esto no ocurre, el parásito seguirá multiplicándose, y robando los nutrientes del organismo de manera tal, que deteriora la persona y en ocasiones producirle la muerte.
De manera similar ocurre en la vida espiritual: cuando llega el “parásito espiritual” a nuestra alma, esta empieza a sentirse desanimada, sola, triste y vacía; lo que nos obliga a buscar un médico o algo que “alivie” esos síntomas del alma. Es ahí cuando aparece Jesús, el perfecto médico del alma recetándonos sus sacramentos, que siempre están fortaleciendo y nutriendo nuestra alma para evitar y a la vez erradicar esos “parásitos”; pero también de nuestra parte hay una tarea importante y es hacer uso de esas medicinas, junto con la oración personal, la visita frecuente a Jesús Sacramentado y la lectura de la palabra de Dios; todo esto se convierte finalmente en herramientas, que fortalecen nuestra Fe, Esperanza y caridad, nos llenan de los dones del Espíritu y nuestra alma descubre que nuestra vida tiene un sentido y un propósito. Todo esto terminará por debilitar y erradicar finalmente los parásitos de nuestra alma.
Te invito a que cada día sigas evaluando y detectando en lo más profundo de tu ser, cuáles son esos parásitos que debilitan tu alma y le roban el sentido a tu vida; pero no solo a detectarlos, también a utilizar los medicamentos para erradicarlos.