Poco después de la primera aprobación oficial de la “Unión” (Pía Unione) del Apostolado Católico por el Cardenal Vicario Cano Odescaichi (4 de abril de 1835), iniciaron los colaboradores de Pallotti una viva actividad, sobre todo para conseguir miembros (Schulte 36). A estos colaboradores de la primera hora perteneció el teatino P. Gioacchino Ventura. Nacido en Palermo el 1792, se hizo primeramente jesuita, después teatino y, en 1830, fue superior general de su congregación. Sin embargo, renunció poco después al cargo y se dedicó totalmente a la predicación y a la profesión literaria (id 33).
Según Schulte, “Pallotti y Ventura redactaron unas exposiciones fundamentales sobre el ser y la voluntad de la nueva Obra. Pero todos los esbozos quedaron incompletos o fueron reelaborados por entero más tarde” (id 36). Pallotti mismo pidió propuestas a sus colaboradores (id 47). Ante esta petición, Ventura debió redactar “ya en mayo de 1835 un esbozo para los estatutos de la asociación (Pia Associazione) y una apelación a los fieles” a la colaboración y a su ingreso. Sin embargo, habla en contra la nota en la ‘apelación de mayo’: “…previa la necesaria aprobación de la autoridad eclesiástica…” (VP IV 123, n. 5). Esta tuvo lugar ya el 4 de abril de 1835.
La ‘apelación de may’ se ha conservado en caligrafía, de una mano desconocida. Pallotti sólo añadió algunas adiciones no muy esenciales que, en la siguiente traducción, están marcadas por < >. Sin querer adelantar la cuestión aún nada aclarada de la autoría, se pueden determinar dos partes diferentes que llaman la atención en una lectura atenta del texto.
La primera parte comprende los apartados 1-7 (VP IV 119-124). El autor se refiere a la delicada situación religiosa y, al mismo tiempo, a la necesidad religiosa ampliamente extendida en los países católicos y no católicos. A los “campos dorados de espigas que esperan impacientes”, se enfrentan apenas escasos trabajadores a la mies. El autor reconoce, sin embargo, su plena confianza en la efectividad de la oración, mandada por el Señor de la mies, para pedir trabajadores para su mies. Pero, “la razón y la experiencia demuestran” que sólo la unión de “este grupo (massa) de cristianos celosos”, bajo un fin común “grande”, permite esperar, a saber, mayores resultados (n. 5). El fin principal está expresado claramente: “el crecimiento, la propagación y defensa de la fe católica”. Igualmente el fin intermedio como medio o supuesto: “despertar la fe y la piedad [más tarde sustituida por “caridad” por Pallotti entre los cristiano” (n. 6). Los tres medios para la consecución de ambos fines ya han sido nombrados brevemente en este apartado: “la acción evangélica, la oración y las ofrendas”.
En el siguiente apartado surge ya el recuento o enlistamiento, muy frecuente y corriente en Pallotti, de las diversas capas de cristianos celosos que pueden colaborar en las “empresas” de la “Asociación” (n. 7).
Los siguientes apartados 8-17 (VP IV 124-141) muestran un estilo claramente diferente. EI autor presenta la primitiva historia del cristianismo (n. 12), aporta comparaciones de la táctica de la guerra (n. 13), e indica la “conversión de las alma”, como el deseo más agradable a Dios a través de muchas citas de la Escritura y de los padres de la Iglesia, o bien de los teólogos (n. 8). También indica la colaboración de Marta en la obra redentora de su Hijo (n. 9). La responsabilidad de todos los cristianos por la salvación eterna del prójimo es nombrada igualmente (n. 11). Amplio espacio ocupa, sin embargo, la descripción de la esperanza de la recompensa celestial (n. 12). Se nombra nuevamente el fin principal e intermedio (n. 14). Una múltiple llamada solemne al pueblo romano, cuya ciudad es “el centro, la maestra y la sede” de la verdad, cierra la apelación.
Una comparación atenta de la selección de las palabras y del estilo de las dos partes, permite concluir con cierta seguridad en dos autores; destacando de todos modos las frecuentes pero cortas correcciones de Pallotti, que no son de importancia. Lo mismo se constata también en posteriores escritos, que provienen claramente de la pluma de Ventura. Son las tres solicitudes a los superiores generales, teólogos y párrocos romanos (Opuscolo 1836), a los cardenales de la Curia (Opuscolo 1837) y al Papa Gregorio XVI
(Opuscolo 1838: n. 13). Las citas de la Escritura en la ‘apelación de may’ están a pie de página, como en las tres solicitudes.
El proceso de los pensamientos, la selección de las palabras y el estilo hacen presumir a Pallotti como autor de la primera parte (nn. 1-7). Por lo menos el primer esbozo de esta parte tiene que provenir de él. La redacción definitiva del mismo se encuentra con pequeños cambios, omisiones o elaboraciones, en las tres solicitudes arriba nombradas.
La segunda parte (nn. 8-17) es tomada en los tres escritos (arriba mencionados: Opuscoli 1836, 1837, 1838) como último y detallado párrafo o artículo. Su autor es claramente Ventura, lo cual se demuestra en la introducción al Opuscolo 1838 (n. 13).
Lit.: Schulte 36; 47; 708.- Frank 1128 s.
Texto: VP IV 119-141. – [1] Racc 2 7-51.
Fecha:1835, abril/mayo.
Zweifel
Apostolado Católico, o sea, Asociación (Pia Associazione) para el crecimiento, para la propagación y defensa de la fe católica
Apelación
a quien tenga celo por la gloria de Dios, y caridad y comprensión por la salvación espiritual del prójimo
1. Quien considera atentamente el estado actual del mundo en relación con la religión, entiende claramente que, no obstante los escándalos de todo género de que ha sido y aún es testigo nuestra infeliz época, también se hace sentir una gran necesidad de la fe por todas partes. Y que, incluso, los pueblos no cristianos están en las disposiciones más oportunas para abrazar la religión católica.
2. Por eso, se puede decir que los campos dorados de espigas esperan impacientes y reclaman la mano que deba segarlos [1].
Desgraciadamente también se debe decir que cuanto más abundante y madura está la mies, tanto más escaso es el número de los obreros que deben recogerla [2].
3. La escasez de las vocaciones eclesiásticas, que se vuelven cada vez más (sempre piú) raras, y las angustias, a las que por las vicisitudes pasadas, han sido reducidas las órdenes regulares que proveían cada una el propio contingente para las obras de celo, hacen ciertamente que, a menudo, no haya el número necesario de operarios evangélicos para mantener la religión allí donde se encuentra. Por consiguiente, mucho menos se pueden conseguir suficientemente hombres apostólicos que lleven la religión a donde no es conocida.
4. Mas, para obtener obreros idóneos para la viña del Señor, Jesucristo mismo nos sugiere dos medios en el santo Evangelio, a saber: la oración ferviente y las obligaciones voluntarias. En efecto, el precepto dado por el mismo Salvador a sus Apóstoles: “Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros su mies” (Mt 9,38) [3], de ningún modo permite dudar de la eficacia de la oración por la multiplicación de los verdaderos ministros del Evangelio. Y su declaración, hecha otrosí – de que ante El tienen igual mérito y deben esperar la misma recompensa el profeta, o sea, el hombre apostólico que predica la religión, y el individuo o la familia piadosa y caritativa que lo acoge y le da alimento y socorro [4] — demuestra claramente la necesidad de las ayudas de la caridad para la obra del ministerio evangélico.
5. Al presente, estas consideraciones han sugerido la idea a ciertas personas, de reunirse días mismas e invitar también al mayor número posible de fieles a reunirse con ellas, en la intención de orar en común al Padre celeste para que envíe (mandare) una gran multitud de operarios evangélicos a su viña, y de contribuir con sus ofrendas voluntarias a su formación y su sostenimiento. Pues, la razón y la experiencia demuestran que ordinariamente el bien que se hace aisladamente es escaso, incierto y de poca duración; y que los esfuerzos más generosos de los individuos no pueden llegar a nada grande, tampoco en el orden moral y religioso, si no son reunidos y ordenados hacia un fin común. Así se ha querido que, previa la necesaria aprobación de la autoridad eclesiástica, este grupo (massa) de cristianos celosos se uniesen de modo que formen una pía sociedad.
6. He aquí, pues, la idea y el fin de la asociación que, con el título de Apostolado Católico para el crecimiento, la propagación y defensa de la fe católica, bajo la protección de la excelsa Madre de Dios (gran Madre di Dio), Reina de los Apóstoles, se anuncia al presente y se recomienda al celo cristiano y a la caridad evangélica de todos los fieles buenos.
Por tanto, tratase en esta asociación de reunir la acción evangélica, las plegarias y las ofrendas no sólo de quienes forman parte de ella, (sino también de cualquiera que asimismo por una sola vez estaría dispuesto a ayudar); a fin de despertar la fe y la piedad entre los cristianos y multiplicar los medios oportunos para conservar y propagar la religión católica.
7. Por eso, también ella misma está formada de modo que todos los católicos — eclesiásticos y seglares, varones y mujeres, doctos e ignorantes, pobres y ricos, nobles y plebeyos, cualquiera que sea su estado, su profesión y sus fortunas —, pueden formar parte de ella. Ya que quienes no pueden ejercer personal y directamente el ministerio eclesiástico, pueden contribuir a ella (con las obras personales de su artesanía, profesión y oficio, así como con el favor de sus buenas (distinte) relaciones [y] con las ofrendas voluntarias. Y todos pueden cooperar con el medio (infalible de la oración. Mediante esta asociación, por tanto, nadie hay que esté excluido de contribuir al Apostolado Católico y de tener parte en su mérito, en sus empresas y en sus recompensas.
8. Ahora bien, qué cosa puede idearse [5] que sea más agradable a Dios que esta mira o fin que se propone la asociación, a saber: de trabajar, contribuir y orar por la conversión de las almas? Dios no ha creado a los hombres en el tiempo, si no ser para llevarlos felices a la eternidad. Su deseo es verlos a todos salvados, iluminados todos por la luz de su divina verdad [6]. A este fin está dirigida la difusión de sus gracias y el ejercicio de su providencia.
Por eso dice S. Dionisio Areopagita, que la obra más santa, la más noble, la más augusta, la más divina entre todas las obras divinas, augustas, nobles y santas es la de cooperar con los designios, con las intenciones y con los deseos misericordiosos de Dios para la salvación de los hombres [7]. Y el Pontífice S. Gregorio añade, que no hay sacrificio más aceptable a Dios omnipotente que el del corazón penetrado por el celo de la salvación de las almas [8]. Y finalmente, S. Juan Crisóstomo afirma que esta obra es la más querida del corazón de Dios; y la que, como comprende todas sus solicitudes, también despierta todas sus ternuras [9]. Por eso el Salvador del mundo dijo: “Yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas” [10]. Y así advierte S. Tomás [de Aquino], que es como si hubiese dicho: Yo conozco el genio, el temperamento, el gusto de mi Padre; sé de su premura, su interés, su empeño por la salvación de los hombres y, para apoyar deseos y designios tan misericordiosos y santos, voy a morir con mucho gusto” [11].
En otra parte, el Salvador llama a la conversión de las almas la obra de Dios por excelencia, el fin de su voluntad [12]. Y añade que, por su prontitud y generosidad en procurarla, el Padre lo ama aún más, no sólo porque es su Hijo, sino también porque es nuestro Redentor [13].
Desde esto también se conoce cuán aceptable debe ser al mismo Jesucristo el fin, que se propone la asociación, de multiplicar los medios de la conversión de las almas; cuya misión en la tierra ha sido ordenada claramente a este fin [14].
Por eso, también la salvación de las almas ha sido el continuo objeto de sus divinos pensamientos, el fin de sus santos deseos, el término de sus amorosos afectos. Y, según la expresión verdaderamente tierna y enérgica usada por Él en la conversión de Samaría [15], la conversión de las almas forma el único alimento y la comida predilecta de su divino corazón [16] (De ahí, aquellos movimientos de compasión por los que era agitado a la vista de tantas almas abandonadas y dispersas, privadas de ayuda [y] de pasto espiritual, como ovejas sin pastor) [17]. Y el precepto que entonces dio a los Apóstoles de orar al Padre celeste, para que envíe (mandare) operarios al abundante campo místico de la mies, escaso de cultivadores [18]. De ahí, aquel celo incansable con el cual, sin concederse nunca ni respiro, ni reposo, ni tregua, recorría a pie las provincias anunciando de ciudad en ciudad, de aldea en aldea, de sinagoga en sinagoga, el reino de Dios. Buscando a los pecadores y convirtiéndolos con los trabajos (industrie) y con las demostraciones de la más tierna caridad, colmándolos de prodigios con los cuales — mientras curaba y restauraba los cuerpos — aspiraba a iluminar y convertir las almas. De ahí, finalmente, aquella santa impaciencia, inquietud amorosa, aquellos violentos arrebatos con los que apresuraba el momento en el cual debía ser bautizado en un bautismo de sangre por la salvación común [19]. Y aquella ansia ardentísima de esta misma salvación que demostró sobre la cruz en la protesta por la misteriosa sed con la que cerró la penosa carrera de su apostolado [20].
Por consiguiente, ¿qué espectáculo más alegre al corazón de Jesucristo, tan inflamado por el deseo de la salvación humana?; ¿cuán [alegre] aquel [espectáculo] el de una multitud (massa) de cristianos reunida para continuar, con todos los medios que hay en poder de cada uno, este apostolado divino y apoyar en él las miras de su misericordia?.
9. Además, esta obra sólo puede ser sumamente aceptable a la Madre de Dios, cuyo celo por la salvación del mundo fue tan grande que — como afirman los [santos] padres — la persuadió no sólo de sacrificar gustosamente por causa tan grande lo más querido que tenía [21], sino también de ser ella misma espectadora del atroz tormento y del sacrificio del Hijo en la cruz; y, en cierto modo, de alegrarse de ello, porque este sacrificio debía asegurar la salvación del mundo [22]. Y hasta ella quería igualmente inmolarse con el Hijo para el mismo fin [23].
Finalmente, todo el coro de los Apóstoles, toda la corte celeste, todos los ángeles, ministros particulares de Dios en el gran ministerio de la salvación humana, deben mirar con complacencia y arrebato la Obra que cumple los deseos, por los que están inflamados. Y si la sola conversión de un pecador, dice Jesucristo, lleva el júbilo y la satisfacción a todos los bienaventurados espíritus [24], ¿cuál será entonces el espectáculo de una multitud de cristianos, reunidos con el vínculo del celo y empeñados en cooperar en la empresa de extender el conocimiento de Dios por todo el mundo, y en abrir a millones y millones de almas la puerta de la eternidad feliz?
10. Por tanto, una obra tan grata al cielo, tan útil y preciosa a la tierra, ha de atraer las misericordias, las bendiciones y las gracias más abundantes sobre aquellos cristianos generosos que de alguna manera colaboran en ella. Y por esto mismo, ha de ser para ellos de un inmenso provecho espiritual.
11. Esto es, primeramente, un medio para cumplir la obligación que todos tenemos de contribuir a la salvación espiritual del prójimo. Ya que la divina providencia nos ha puesto el deber de socorrer a nuestros hermanos en sus graves necesidades temporales, mucho más nos lo ha puesto en socorrerlo en sus necesidades espirituales. De manera que todos estamos obligados a ayudarnos recíprocamente en la adquisición, del cielo. Y no hay hombre a quien la muerte eterna de otro hombre le deba ser indiferente [25]. Sino que cada uno está obligado a impedirla, procurando la salvación con todos los medios que hay en su poder [26].
12. Para mayor aliento en el cumplimiento de este deber, están reservadas grandes recompensas y misericordias a quienes se consagran a él. Y de hecho, cómo podría ser de otro modo? El Salvador declara considerar y recompensar como hecho a el mismo cualquier acto de caridad hecha al prójimo. Y que hasta un solo vaso de agua, dada en nombre de él para refrigerio de la sed del otro, da el derecho a sus celestes recompensas.
Ahora bien, si por cualquier cosa que se haga en alivio del cuerpo del otro, que finalmente debe perecer, se debe esperar un eterno galardón, ¿qué no debe esperarse del celo y de la caridad espiritual dirigida a la salvación del alma del prójimo, alma creada a imagen de Dios y destinada a la inmortalidad? Y si la limosna corporal redime del pecado [27] y libera de la muerte eterna, ¿cuánto más eficazmente lo hará la limosna espiritual y cualquier otra obra de caridad dirigida a salvar de la muerte eterna [28] las almas de nuestros hermanos? Nosotros lo encontramos prometido todo claramente en los oráculos de los libros sagrados. Santiago dice que quien se dedica a hacer volver a un pecador del camino de la perdición, por eso mismo se empeñará la divina clemencia en olvidar, perdonar y cancelar sus pecados, aunque sean graves por malicia y muchísimos por su número [29]. Y en [el libro de] la Sabiduría está escrito, que quienes se dedican a dar a conocer a Dios, a hacer que crean en él, que le sirvan, amen y glorifiquen, por eso sólo adquieren una prenda segura de la eterna salvación de sus almas [30]. Ah!, no es posible que se pierda quien ha cooperado a salvar a los demás! Y aunque haya tenido la desgracia de extraviar y de caer, no le faltarán, en el tiempo oportuno, las divinas llamadas y las gracias triunfantes que lo reconduzcan a los senderos de la salvación!.
Tampoco vale decir, que no todos los agregados a la Sociedad podrán ocuparse directa y personalmente del sagrado ministerio, al cual, en los caminos ordinarios, es anexa la conversión de las almas. Basta que cooperen del modo que les esté permitido tener parte en la misma; además, es para mayor recompensa, si su celo es más puro, si su afecto y su deseo es más grande y su contribución es más generosa y continuada. Pues lo que acaece para el bien es de más razón que lo que acaece para el mal, cuando se hace para las almas. Ante Dios y la conciencia, no sólo tiene el mérito del bien y la culpabilidad del mal quien material y directamente lo hace, sino también quien lo manda, quien lo comete, quien lo aconseja, quien persuade de ello, quien lo facilita y quien de cualquier modo coopera en ello voluntariamente. Así que lo que cada uno hace por medio de otro, sea el bien sea el mal, le es imputable como si lo hiciese inmediatamente por si mismo [31]. Si, por consiguiente, los que voluntariamente cooperan de cualquier manera a la propagación y al mantenimiento del escándalo, son castigados por Dios como los que lo dan; mucho más serán premiados por Dios aquellos que voluntariamente contribuyen a la propagación y al mantenimiento de las obras de la salvación, así como los que lo cumplen. Puesto que, por severo que Dios sea en el castigo, mucho más generoso es en la recompensa. Así gozó también la santísima Virgen del titulo y de la recompensa de Reina de los Apóstoles sin haber predicado el Evangelio, porque ella con la eficacia de sus plegarias sostuvo su valor e hizo prosperar sus fatigas. Así a S. Esteban se le atribuye el mérito del apostolado de Pablo, porque él fue quien con sus plegarias dio a la pequeña Iglesia el Apóstol de las gentes. Así han sido considerados como participes de los méritos de los Apóstoles aquellos cristianos generosos, aquellas piadosas mujeres que, en los primeros siglos de la Iglesia, han llamado, han acogido, mantenido y sustentado a los ministros del Evangelio; y de este modo, han promovido su propagación y procurado su establecimiento. Así, finalmente, muchas almas de austeros cristianos solitarios, de tímidas vírgenes y de fervorosos seglares se verán honrados en el cielo con su [propia] maravilla y sorpresa, y recompensados como padres en la fe de muchas almas. Pues, aunque ellos no las generaron en la tierra con la predicación del Evangelio, las prepararon y obtuvieron la conversión con el fervor de sus plegarias y con la ofrenda de sus sacrificios (o con las obras personales a ellos permitidas, según su respectiva condición y estado.
13. Si, en general, cualquiera que contribuye al apostolado, tiene parte en el mérito y en el premio de los Apóstoles, mucho más debe acaecer esto a quienes quieren cooperar en una empresa tan santa en esta Sociedad [32]. Ya que formando ella una corporación (corpo), cuyo fin es la propagación y el mantenimiento de la fe, la conversión y la salvación de las almas, el mérito y el premio de esta obra es igualmente de toda la corporación. Y cada uno de aquellos que la compone, participa allí según la medida del celo con que ha contribuido en el propio grado. Precisamente como acaece en la guerra. Ya que para alcanzar la victoria es necesario que haya quienes combatan, igualmente es necesario que haya quienes estén en las atalayas para guardar las espaldas a los combatientes; y aquellos que custodian el bagaje para asegurar su sustento. Así, en la guerra que la Sociedad declara al vicio y al error, es necesario que haya misioneros, apóstoles, instructores, operarios. Es igualmente necesario que existan los contribuyentes espontáneos que aseguren y provean lo preciso con sus donaciones. Y es necesario que haya de aquellos que con la oración, como Moisés en el monte [33], hagan fecundas las fatigas y aseguren los resultados apostólicos de los operarios. Pero, precisamente como en la guerra, según una ley de la que David mismo hizo aplicación, tanto quien ha de combatir cómo quien ha de custodiar el bagaje tienen mérito en la victoria y en la división del botín; no considerándose la naturaleza del servicio o del socorro prestado, sino la manera con que se ha prestado [34]. Así, en la obra del apostolado, no se atiende a si uno haya contribuido con la predicación o con la oración, con la ayuda o con el ejercicio del ministerio eclesiástico, con la artesanía o con el empleo y la relación; sino que, según el celo y el fervor con que cada uno se ha prestado allí en el rango que le convenía, tiene derecho a la recompensa y al mérito de los resultados que la Sociedad haya obtenido por Dios.
14. En pocas palabras, pues, para asociarse al Apostolado Católico, importa el empeñarse en hacer reflorecer la fe y la piedad en el país natal, y difundirla en las más remotas regiones de los dos hemisferios; a fin de hacer fructificar allí la sangre preciosísima de nuestro Señor Jesucristo, extender los frutos de su redención y conocer y adorar su santísimo nombre.
15. El asociarse a la Obra del Apostolado Católico importa el obligar, en cierto modo, a la divina piedad a hacer llover las bendiciones y las gracias más copiosas sobre si mismo, y el procurar los beneficios de la fe a tantos pueblos de infieles, privados y necesitados de todo socorro espiritual. Los cuales, como niños abandonados, piden en vano quien les parta y dispense [35] el pan <evangélico> del que están hambrientos.
Importa, en suma, el empeñarse en procurar la mayor gloria de Dios, a la eterna salvación del prójimo y el asegurarse la propia.
16. Ahora bien, ¿qué fines, qué intenciones se pueden dar más nobles, más sublimes, más santas que éstas y, al mismo tiempo, más piadosas, más caritativas y dignas de un corazón cristiano?
Y ¿quién no se hará una gloria, una delicia del asociarse a una Institución que se propone tales intenciones y tales fines? ¿Qué es el sacrificio de cualquier obra de celo, de cualquier limosna, de cualquier plegaria, que de sacrificio ni siquiera merecen el nombre, para obtener una gloria tan grande para Dios y para la Iglesia, un provecho tan amplio y sólido para si y para los demás? Y ¿quién no sentirá encenderse de santo ardor al prestar para tal fin aquella obra, aquella ayuda que puede y que unida a la de los demás en la Sociedad dará la vuelta al mundo fructificando en provecho de las almas, por las que el Hijo de Dios ha dado toda su preciosísimo sangre? Y qué confortación, qué consolación en la muerte, al recordarse de aquellas regiones, de aquellos pueblos, donde se haya contribuido en vida a llevar la luz de la verdad y los beneficios de la redención?.
17. ¿Serán los católicos tal vez menos celosos por la obra del cielo, que lo que son los herejes y los incrédulos por la obra del infierno? Mientras […][36] y el deísmo con sus sociedades de moral separada de cada dogma religioso, hacen los esfuerzos más enérgicos para extender el error y la indiferencia, los verdaderos fieles permanecerán fríos e inoperantes, y rehusarán a asociarse a la obra que coadyuva a la propagación de la fe y de la caridad? [37]
No podemos creerlo. Más bien, estamos persuadidos de que todos los corazones verdaderamente católicos, todas las personas verdaderamente celosas, quienes desean vivamente la salvación del prójimo y la gloria de Dios y del santo nombre de Jesucristo, responderán con igual generosidad y prontitud a la apelación que ahora se hace a su religión y a su caridad. Se apresurarán a formar parte de una obra de tanta piedad y de tanto fruto que querrán promovería con celo, difundiría con valor y coadyuvaría con todos los medios que están en su poder.
Roma, particularmente, suelo apropiado para todas las fundaciones de celo y de caridad, como lo demuestran los innumerables establecimientos de este género que la embellecen. Roma, de la que se habla siempre con suceso, a la sazón, cuando se había de obras de religión. Roma, donde también el pueblo más menudo toma un vivo interés en las vicisitudes de la Iglesia y en la suerte de las expediciones santas de la fe. Roma responderá la primera a esta apelación, inspirada por el verdadero celo de la religión y por el verdadero espíritu de la caridad cristiana. Y desde Roma, en la que la antorcha de la verdadera fe ha brillado siempre la luz más pura, se difundirán ahora nuevas centellas para llevar la luz evangélica a otras naciones privadas de la verdad, de las que ella es el centro, la maestra y la sede.
De la iglesia de la Asociación [38].
Roma, mayo de 1835.
[1] Levate óculos vestros et videte regiones quia albae sunt jam ad messem (Jn 4,35).
[2] Messis quidem multa, operarii autem pauci (Mt 9,37).
[3] Rogate ergo Dominum Messis, ut mittat Operarios in messem suam.
[4] Qui recipit Prophetam in nomine Prophetae, mercedem Prophetae accipiet (Mt 10,41).
[5] En posteriores elaboraciones de texto, Pallotti ha puesto en los apartados a continuación [n. 8-17] el titulo siguiente: De la excelencia y de las sumas ventajas espirituales que se hallan al asociarse al Apostolado Católico (Opuscolo 1836 [IV 284]; Opuscolo 1837 [IV 368]; Opuscolo 1838 [IV 409]).
[6] Deus vult omnes homines salvos fieri et ad agnitionem veritatis venire (1Tm 2,4).
[7] Omnium divinarum divinissima ex[s]tat perfectio cooperari Domino in salute animarum ad suum Creatorem (De Caelesti Hierarchia) [cf n. 10 a: VP IV 335 n 4; n. 10 b: VP V 10].
[8] Nullum quippe Omnipotenti Deo tale est sacrificium, quale est zelus animarum (Hom XII in Ezechielem Proph).
[9] Nihil ita gratum est Deo, et ita curae, ut animarum salus (Hom III in cap 1 Gen).
[10] Ego agnosco Patrem, et animam meam pono pro ovibus meis (Jn 10,15).
[11] Traducción del texto italiano, en el que Tomás es citado según el sentido.
[12] Meus cibus est ut faciam voluntatem ejus qui misit me ut perficiam opus ejus (Jn 4,34).
[13] Propterea me diligit Pater, quia animam meam pono… pro ovibus meis (Jn 10,17).
[14] Venit enim filius hominis quaerere, et salvum facere quod periebat (Lc 19,10).
[15] El autor piensa manifiestamente no sólo en la samaritana, sino también en la gente del pueblo [cf. Jn 4,39-42].
[16] Ego cibum habeo manducare quem vos nescitis… meus cibus,… ut perficiam opus ejus (Jn 4,32-34).
[17] Videns turbas misertus est eis, quia erant vexati, ct jacentes tanquam oves non habentes pastorem (Mt 9,36).
[18] Cf. Mt 9,37
[19] Cf. Lc 12,50.
[20] Cf. Jn 19,28.
[21] Nullo modo dubitandum est, quin Mariae animus voluerit etiam tradere filium suum pro salute generis humani (Bonaventura, Comm in 1 Sent dist 48, dub 4).
[22] Laetabatur dolens quod offerebatur sacrificium in salutem generis humani (Simone Fidati da Cascia).
[23] Flagrabat Virgo aestuante charitate incensa, ut pro humani generis salute, ut simul cum prole vitam profunderet (Arnold de Bonnevai, De laudibus BMV).
[24] Gaudium erit in coelo super uno peccatore poenitentiam agente (Lc 15,7).
[25] Deus mandavit illis unicuique de proximo suo (cf. Ecclesiasticus 17,12 Vulgata).
[26] Recupera proximum tuum sccundum virtutem tuam (cf. Ecclesiasticus 29,27 Vulgata).
[27] Peccata tua eleemosinis redime (Dan 4,24).
[28] Eleemosina a morte liberat (Tob 12,9).
[29] Qui converti fecerit peccatorem, ab errore viae suae salvabitur anima ejus et operiet multitudincm peccatorum [cf. Sant 5,20].
[30] Qui elucidant me vitam aeternam habebunt [cf Ecclesiasticus 24,31 Vulgata].
[31] Quod quisque per alium facit, per se ipsum facere videtur (Procedcncia desconocida].
[32] Originariamente: asociación (associazione), corrección de Pallotti.
[33] Cf. Ex 17,11-12.
[34] Aequa pars erit descendentis ad proelium, et remanentis ad sarcinas, et similiter dividetur (cf. 1R 30,24 Vulgata).
[35] Parvuli petierant panem, et non erat qui frangeret eis (cf. Lm 4,4 Vulgata).
[36] […] Frase omitida, sin importancia, porque se presta a interpretaciones fuera de lugar.
[37] Originariamente … a la obra de la propagación de la s. fe y de la verdad. Corrección de Pallotti.
[38] Santa Maria in Carinis [cf. n. 5 a + b].