San Vicente Pallotti-Fundador

¿Quién era en realidad este sacerdote, incansable fundador, apóstol fecundo, de quien muchas veces desconocemos casi todo, salvo que es el origen de la Sociedad del Apostolado Católico (los padres y hermanos palotinos); de las dos congregaciones de hermanas, y de la Unión del Apostolado Católico, extendida por todo el mundo?

Vicente Pallotti nació en Roma el 21 de abril de 1795. Su padre, Pedro Pablo Pallotti, era oriundo de la Umbría, desde donde se trasladó a Roma siendo joven aún. Fue un comerciante que paulatinamente y a costa de esfuerzos y talento alcanzó una notable prosperidad.

Su madre se llamaba Magdalena de Rossi, nacida romana pero que había vivido en la misma aldea que el padre de Vicente.

El matrimonio Pallotti tuvo 10 hijos, cinco de los cuales murieron antes de la adolescencia, en una época en la que la mortalidad infantil era sumamente elevada.

La familia de Vicente Pallotti era profundamente cristiana y mariana. El mismo dice que Dios le ha dado unos “padres santos”. Sus padres eran profundamente devotos a la Santísima Virgen María, de modo que todos los días rezaban el Rosario y visitaban la Iglesia juntos como familia. Por lo que Vicente Pallotti desarrolló desde muy temprana edad un profundo amor a Nuestro Señor Jesucristo y su Santísima Madre.

Vicente Pallotti estuvo atraído por la idea de hacerse sacerdote desde muy pequeño. En 1807, a los doce años comenzó a ser dirigido espiritualmente por un párroco de una pequeña iglesia cercana a su casa, el Padre Fazzini. La influencia de este sacerdote fue decisiva, no solo en el proceso vocacional de Pallotti, sino también en su idea de lo que debía ser su sacerdocio y su apostolado.

En 1810 Pallotti comenzó sus estudios filosóficos y teológicos, pero continuó viviendo en su casa, ya que por entonces los seminarios aún estaban desarticulados como consecuencia del espíritu anticlerical de la Revolución Francesa, extendido por toda Europa, hasta los límites, incluso, de la ciudad de los Papas.

El 16 de mayo de 1818 Pallotti fue ordenado sacerdote, poco tiempo después de cumplir sus 23 años. Era un sacerdote con título “de patrimonio”, lo que quiere decir, que tenía cierta libertad para emprender su propio apostolado, sin ser llamado a cubrir un cargo de párroco o vicario en alguna parroquia, de forma que pudo así seguir atendiendo todas las iniciativas apostólicas que tenía entre manos.

Muy poco después culminó sus estudios y recibió el título de Doctor en Filosofía y Teología en la Universidad de Roma (La Sapienza), con tan buen desempeño que le fue ofrecido un cargo docente, el cual desempeñó por diez años.

En 1827 Pallotti fue nombrado Director Espiritual del Seminario Romano y del Colegio de la Propagación de la fe, en donde se formaban los candidatos a misionar por el mundo. Sus cualidades como director espiritual hicieron que fuera llamado por numerosos seminarios nacionales presentes en Roma, y congregaciones religiosas femeninas, a fin de predicar retiros o brindar conferencias, razón por la cual debió dejar su cargo en la Universidad de Roma.

A principios de 1835 Pallotti recibe desde Medio Oriente, el pedido de hacer imprimir 10.000 ejemplares de las “Máximas de San Alfonso”, traducidas al árabe para ser usadas en un trabajo catequético, debiendo conseguir él mismo los fondos para tal fin.

Un año antes, Pallotti había conocido en circunstancias particulares a un comerciante romano, llamado Giácomo Salvati.

Un día el Padre Vicente entró en el negocio de los Salvati, y fue atendido por la esposa del comerciante.

– ¿Ustedes me llamaron? –preguntó Pallotti a la mujer.

-No –contestó ella, quien quedó impresionada al saber que quién la visitaba era nada más ni nada menos que el Padre Pallotti, de quien todo el mundo hablaba con respeto.

El matrimonio Salvati tenía en ese momento enferma de gravedad a una de sus hijas, por lo que la esposa de Salvati le pidió a Pallotti que visitara la niña, a lo que Pallotti se negó, diciendo a la madre que la niña se repondría muy pronto.

A pesar de estar en riesgo de muerte, la niña se repuso en pocas horas, en una cura que los médicos no dudaron en calificar de milagrosa.

Desde entonces los Salvati se convirtieron en entusiastas admiradores y colaboradores del Padre Pallotti, fue por esto, que para conseguir el dinero para esta obra, Pallotti recurrió a Salvati.

El tenía muchas dudas respecto a recolectar el dinero para esta obra, pero ante la insistencia del Padre Pallotti, Salvati comenzó la colecta, quedando gratamente sorprendido al descubrir que en poco tiempo tenían dinero más que suficiente para la edición.

Paralelamente, leemos en su Diario espiritual, con fecha 9 de enero de 1835:

“Dios mío, misericordia mía: en tu infinito amor me encargas la tarea de promover, establecer, propagar, efectuar y perpetuar, según los designios de tu Sagrado Corazón, las siguientes cosas:

  • La creación de un apostolado Universal entre todos los católicos para la propagación de la fe y la religión cristiana entre quienes no tienen fe y los que no son católicos.
  • Otro apostolado para la revivificación, preservación y aumento de la fe entre los católicos.
  • Una institución de caridad universal para el ejercicio de todas las obras de misericordia, tanto corporales como espirituales, para que el conocimiento de tu Persona, que eres la Caridad misma, sea difundido lo más ampliamente posible”.

Estos dos acontecimientos, juntos, dieron motivo a que Pallotti emprendiera la fundación de una obra:

“Que tuviera la finalidad la multiplicación de los medios materiales y espirituales apropiados para reavivar la fe, reencender la caridad entre los católicos y propagar esas virtudes en todo el mundo” (Juan Santos Gaynor, Vida de San Vicente Pallotti, Buenos Aires, 1963, Pág. 78).

Nace entonces la Sociedad del Apostolado Católico, cuyo nombre quería significar la aspiración de la obra de obedecer el mandato de Jesucristo: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” (Mt. 28, 19a).

Inicialmente contó con quince miembros, entre sacerdotes y laicos y fue puesta bajo la protección de María, Reina de los Apóstoles.

El 14 de abril de 1835 Pallotti presentó al Cardenal Vicario de Roma una solicitud pidiendo la aprobación de la obra, la cual fue obtenida en seguida, lo mismo que la aprobación y bendición del pontífice, Gregorio XVI, que fue dada el 11 de julio del mismo año 1835.

Poco a poco se sumaron a la obra algunos sacerdotes que ya venían ayudando al Padre Vicente a atender los numerosos pedidos que le llegaban de predicar retiros, confesar y realizar obras de apostolado.

En 1836 instituyó el Octavario de Epifanía, para impulsar la devoción del pueblo romano por este misterio de la manifestación del Dios encarnado a todos los pueblos. El mismo Pallotti recorría entonces las calles con la imagen del “Jesús niño”, que daba a besar a los fieles.

Un año después, en 1837, el cólera hace su entrada en Roma, dejando un diez por ciento de la población afectada; la Sociedad del Apostolado Católico se vio entonces en la tarea de aliviar tanto dolor, muerte y aflicción. Los huérfanos son recogidos por las familias colaboradoras de Pallotti.

Se crearon en aquella época dos hogares para niños huérfanos, muy necesarios por la cantidad de chicos que habían perdido a ambos padres como consecuencia de la enfermedad. Tarea que más adelante quedó a cargo de la comunidad de Hermanas que San Vicente Pallotti fundó: “las Hermanas del Apostolado Católico”.

Aún perdura hoy de estas obras, en Roma, y atendida por las hermanas palotinas, la “Pía Casa di Caritá”, que recibe a niñas huérfanas, en situación de riesgo o cuyos padres se encuentran lejos.

A medida que la Sociedad fue organizándose, se dieron los inicios de lo que sería la Sociedad de los Padres y Hermanos, al empezar estos a vivir en común bajo el vínculo de una promesa hecha a la Sociedad.

Posteriormente, en 1840, por motivos de salud, Pallotti se ve obligado a abandonar su cargo de Director Espiritual del Seminario Romano.

Con la muerte del Papa Gregorio XVI, llegó a ser Papa el cardenal Mastai-Ferreti, quien tomó el nombre de Pío IX. Lo que nos lleva a recordar que cuando Mastai-Ferreti no había entrado aún al seminario, consultó con el Padre Pallotti sus deseos de formar parte de la Guardia Noble Vaticana, a lo que Pallotti respondió las siguientes palabras:

“Usted no hará guardia, otros se la harán a usted” (J.S. Gaynor, Vida de San Vicente Pallotti, Roma, 1963, Pág. 22 y 23).

En aquel entonces, se desataron los disturbios que hicieron que el Papa tuviera que huir de Roma y lo cual concluyó en una terrible persecución contra los clérigos. Pallotti entonces se vio obligado a recluirse en el Colegio Irlandés de Roma, lugar en el que permaneció por cinco meses dedicándose entonces a la oración y a escribir.

Uno de sus escritos de esta época, enumera las causas de la crisis de la fe y la caridad en el mundo, lanzando una idea que se haría realidad años más tarde:

“El tiempo –decía Pallotti- está maduro para los remedios eficaces y universales, de manera que todos los órdenes de personas en la Iglesia de Dios: el clero, los religiosos y el Pueblo de Dios puedan tomar conciencia de su deber. La forma de realizar esto sería la convocatoria de un Concilio General de la Iglesia” (J. S. Gaynor, Vida de San Vicente Pallotti, Roma, 1963, Pág. 24).

Poco después del octavario de Epifanía de 1850, cayó enfermo. No volvería a levantarse. Murió el 22 de enero de 1850, a los cincuenta y cuatro años y nueve meses de vida santa.

El Papa Pío XI lo beatificó el 22 de enero de 1950, y fue canonizado por Juan XXIII el 20 de enero de 1963, durante la primera sesión del Concilio Ecuménico Vaticano II.

 

 

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