(Renovación SAC 2000 – N°8)

 

«El Hijo del hombre en efecto

no vino para ser servido,

sino para servir

y dar la propia vida

en rescate por muchos»

(Mc 10, 45)

I. Introducción.

 

  1. El servicio es un aspecto central de la fe cristiana y particularmente de la vida consagrada a la gloria de Dios y a la salvación de la humanidad. Después del XII Capítulo General de la Sociedad del Apostolado Católico, todos sus miembros son plenamente conscientes de que el servicio ocupa un lugar importante en nuestras promesas[1]. Es imposible imaginar un Apostolado Católico sin el don de sí en un servicio simple y gratuito, inspirado en el amor de Dios Padre, en la secuela de Jesucristo y en la obediencia al Espíritu Santo.

 

  1. Vicente Pallotti no escribió un tratado sobre el «espíritu de servicio», como con la obediencia[2], pero su vida totalmente dedicada a la gloria infinita de Dios y la salvación de la humanidad, lejos de quedarse en buenos sentimientos, se proyectó en un campo apostólico vasto y generoso dentro de la Iglesia. El santo no les niega a sus contemporáneos la celebridad; sólo huye de los títulos honoríficos que amenazan con perjudicar la calidad de su servicio. He aquí por qué sin duda la promesa tuvo en seguida una formulación clara y concisa: «No aceptar dignidades eclesiásticas»[3]. El objetivo mayor para don Vicente fue el esfuerzo constante por progresar día a día hacia la santidad. Todo en él tendió hacia Dios infinitamente santo[4] y éste es el motivo por el que se aleja de lo que puede retardar o apartar de tal ideal.

 

  1. Al seguir el camino de renovación espiritual y apostólica, conviene reflexionar a fondo sobre nuestro espíritu de servicio y sobre la calidad que la Iglesia espera de sus hijos e hijas. Ella espera algo de bueno después de que nosotros hemos acogido su pregunta y la que el mundo parece habernos confiado: «palotinos, que habéis hecho de ello y queréis hacer de ello de vuestro carisma, de sus valores y de sus exigencias?»

El Papa Pablo VI en su discurso a los capitulares el 6 de marzo de 1969 recordó que renovarse significa no sólo no conformarse al espíritu del mundo, sino más aún reconsiderar los orígenes, porque el árbol vive de sus raíces y no de sus frutos[5].

II. Breve historia de la promesa de «espíritu de servicio».

 

  1. Entre los votos que Pallotti emitió entre 1816 y 1823, el séptimo, penúltimo de la lista, es el «Voto de no aceptar dignidades, aunque puesto en manos del Director, o sea sin su permiso y voluntad absoluta»[6]. Tal vez recién era subdiácono cuando decidió renunciar a dignidades eclesiásticas para estar más disponible en el servicio de la gloria de Dios y la salvación del prójimo. Para él no tenía que haber ningún obstáculo a la realización de un proyecto tan noble del cual se iba a desarrollar el apostolado universal.

 

  1. En el Manual de la Regla de 1846 Pallotti no habla de esta promesa específica. Enumera las promesas en el siguiente orden: pobreza, castidad, obediencia y perseverancia[7], pero al año siguiente cambia notablemente la presentación.

 

Retiros silencio 3

En el Manual de la Regla de 1847, a las promesas clásicas, añade otras de ello tres: la de la «Vida Común Perfecta», la de «no aceptar dignidades fuera de la Congregación, y de rehuir a cualquier ambición por oficios de superioridad» y, por fin, la de «la Perseverancia»[8]. El mismo título – “no aceptar dignidades…”- indica claramente su contenido. El número se establece por última vez, pero la preocupación de Pallotti por ser claro lo lleva a nuevas formulaciones.

En 1849 reformula la promesa como el «no aceptar dignidades eclesiásticas fuera de la Congregación y frenar toda ambición de puesto de superior en la Congregación»[9].

En la fórmula de Consagración de 1849, Pallotti no es más tan categórico, pide contar con el discernimiento y la vigilancia de los superiores[10]. Tanto en el espíritu como en la práctica hay que evitar todo riesgo de tentar a los miembros de la Sociedad a llenarse de orgullo.

 

  1. Más tarde las Constitutiones Piæ Societatis Missionum Institutae sub tutela Immaculatae Virginis Mariae, Apostolorum Reginae de 1904, precisarán que se trata de no aceptar dignidad o prelacías eclesiásticas. Empezó a crecer la diferencia entre los sacerdotes y los hermanos dentro de la Sociedad.

En 1922 las nuevas Constitutiones Piæ Societatis Missionum invitan a prometer «no ambicionar ni aceptar ninguna dignidad eclesiástica sin el permiso de la legítima autoridad»[11]. La promesa sólo concernía a los sacerdotes y a los candidatos al sacerdocio.

Los Manuales de la Regla de 1847 y 1849 dan dos fórmulas de consagración: una para los sacerdotes del Apostolado Católico y otra para los hermanos coadjutores. Éstos declaran «no aceptar alguna dignidad», aquellos de «no aceptar alguna dignidad, si no obligaran por la legítima autoridad»[12].

 

  1. El XII Capítulo General Extraordinario de 1968/69 volvió a examinar esta promesa, pero en el debate sobre el nombre no alcanzó un resultado definitivo. Para el texto de la consagración se propuso una fórmula indicativa que decía que «Al mismo modo prometo servir en la Sociedad sin egoísmo, no ambicionar oficios ni dignidades, aunque sí aceptarlos por orden de los Superiores competentes, con un corazón bien dispuesto». El título propuesto para la promesa era la de «no ambicionar oficios ni dignidades», con la declaración de que concierne a todos los miembros de la Sociedad, tanto sacerdotes como hermanos[13].

El Capítulo General siguiente terminó la tarea insertando en la Ley Fundamental de la Sociedad del Apostolado Católico, que entró en vigencia en 1972, la nueva denominación de la promesa que es la de «espíritu de servicio desinteresado», pero el texto que aprobó la Santa Sede fue la que la Ley de la Sociedad del Apostolado Católico conserva aún hoy en la fórmula de la consagración, la del «espíritu de servicio en la caridad de Cristo»[14].

III. La promesa en el pensamiento y en la vida de S. Vicente Pallotti.

 

  1. La denominación «espíritu de servicio» no es nueva en el lenguaje de S. Vicente Pallotti.

En la Regla de la Congregación de los Hermanos Adjutores del Apostolado Católico, se describe al Rector de la comunidad como una persona dotada de dulce y suave caridad, cuyo celo se lleva no por el espíritu de dominio, sino por el de servicio, a imitación de nuestro Dios Jesucristo. Lo mismo se dice del Vicerrector[15]. En otro lugar S. Vicente Pallotti habla del sentimiento de servicio del que nace la verdadera caridad[16]. Más que un simple sentimiento humano, quiere transmitirnos la vivencia de su rica experiencia en el seguimiento de Jesucristo, Apóstol del eterno Padre. El espíritu de servicio es una actitud consiguiente, vinculado estrechamente a la caridad evangélica y al celo apostólico.

 

  1. En lo que se llama «capítulo de fundamento», S. Vicente Pallotti encomienda calurosamente a los que pertenecen al Cuerpo central y motor de toda su fundación, considerar a Jesús modelo divino del entero género humano, de imitarlo de modo perfecto[17]. Pallotti aconseja a las personas a comprometerse no por la obligación de votos o por temor del pecado, sino por la gran tarea que surge de la identidad cristiana por la gloria de Dios y por la santificación de las almas. Caminar en el seguimiento del siervo Jesús, necesita de un corazón ardiente de amor, que la persona se disponga al servicio simple y gratuito.

 

  1. Cuando Pallotti menciona en la fórmula de consagración -que ha conocido una importante evolución[18] –el rechazo de las dignidades eclesiásticas, no rehúye a las responsabilidades; al contrario, antepone la actitud de Jesús Apóstol del Padre, que ha optado por servir y no por hacerse servir y dar su vida para rescatar toda la humanidad[19]. Pallotti quiere imitar más de cerca al que ha querido hasta a dar la propia vida por la gloria de Dios y la salvación de la humanidad. Para él la fuerza y la eficacia del apostolado no tienen que depender de cargos honoríficos ni de cualquiera otra dignidad terrenal, sino más bien del gran amor de Dios y de la convicción profunda de la propia vocación apostólica.

En los ejercicios espirituales del 1818 en Montecitorio, preparatorios a la ordenación sacerdotal, él medita sobre la distinción entre el honor del estado eclesiástico y las graves obligaciones conexas. En referencia a las palabras del apóstol Pablo de que desear el episcopado es algo bueno[20], recibe la iluminación de elegir el estado que se adquiere con el sacerdocio. «El entrar en el estado eclesiástico no implica apuntar a honores, sino a las graves obligaciones del estado eclesiástico»[21]. Una semana antes de consagrarse al servicio de la Iglesia, él elige la vía de la «diaconía» como característica de su vida espiritual y expresión de su amor a Dios y al prójimo. La génesis de la promesa del «espíritu de servicio» se remonta indudablemente a esa época. Pallotti quiere estar totalmente libre y disponible para servir en a la causa del Evangelio.

 

  1. Pallotti no elige los votos, sino una simple promesa porque, por su experiencia personal, considera que la eficacia apostólica no proviene de fuertes uniones jurídicas y menos aún de un estatuto jurídico honorífico, sino «de la perfecta y total renuncia»[22]. Él está ligado a su tarea sólo por la caridad de Cristo. Su lema traduce todo su proyecto de vida espiritual y apostólica: «El amor de Cristo nos impulsa» (2 Cor 5, 14). Para Pallotti el mensajero de la Buena Nueva debería alejarse de cualquiera tentación de glorificarse delante de Dios y de los hermanos. El único espíritu que se requiere al hablar de Apostolado Católico es el de la caridad practicada, que es «… lo sustancial constitutivo de la Pía Sociedad; y que si le viniera a faltar no tendría más Apostolado Católico»[23]. Él está convencido de que el espíritu de celo y ferviente caridad es lo que anima a quien se pone al servicio del apostolado; las dificultades no pueden desanimarlo nunca. Con este espíritu de caridad servicial, en cada apóstol viven el deseo ardiente y la esperanza de vencer. La diferencia con el que se compromete con miedo es que éste está embargado de aburrimiento, de tibieza y de desaliento como un apóstol sin amor[24]. El “enamorado de Dios”, en cambio, ofrece su corazón y su cuerpo para cooperar, en lo posible, a la obra de Dios y por tanto a la misión de la Iglesia.

 

  1. La promesa de espíritu de servicio, tanto en la antigua formulación que invitó a no conformarse al mundo presente, como en la nueva mucho más positiva, es la característica fundamental del verdadero apóstol[25]. Con tal espíritu se fortalece el celo apostólico y brota el amor. Fiel a la gracia recibida «de amar a Dios efectiva y afectivamente», Pallotti sigue siendo el modelo de los que quieren «servir Dios solo para su gloria y a favor de las almas»[26] y, como «nuestro maestro en la vida espiritual y en la actividad apostólica»[27], es un referente indiscutible de la renovación que queremos realizar.

 

IV. La luz de la palabra de Dios.

 

  1. Al asumir la condición de siervo (Fil 2,7), Jesucristo dio signos y gestos de servicio para indicarles a los discípulos, por el ejemplo, que también a ellos se los llama a hacerse servidores. En efecto, la grandeza, según los criterios del reino de Dios, le corresponde al que sirve (cfr. Lc 22, 27; Mt 20, 20-27). Toda la vida de Jesús sobre la tierra estuvo marcada fundamentalmente por el servicio. Él dijo de si: «El Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos» (Mt 20, 28).

 

  1. He aquí, la figura del siervo, en su rostro bello y misterioso, que recorre como filigrana toda la Sagrada Escritura. El Mesías visto por los profetas, y en particular por Isaías, toma el lugar de los pecadores, sufre por los otros y cumple con amor y sufrimiento el ministerio de mediador entre Dios y los hombres en obediencia al plan de Dios[28]. El verdadero discípulo de Jesús adopta esta calidad de su maestro y asume la actitud del servidor fiel y prudente (cfr. Lc 12, 35-48).

 

Misericordia bogotá
  1. El Apóstol del eterno Padre no da la imagen de un patrón que manda desde lejos, sino de uno que sirve hasta sacrificarse en la cruz. La víspera de su pasión lava los pies a sus discípulos para manifestar su amor, y sobre todo que la humildad y el servicio son la clave de su mensaje. Con su vida enseña a los suyos que en el amor oblativo (cfr. Gv 13, 1; 15, 13) está la fuente de un servicio tan eficaz para los pobres sedientos de salvación (cfr. Lc 4, 18). En efecto, el servicio sin amor no es más que una ostentación una obra que provoca admiración o una ocasión para imponerse.

 

  1. Es cierto que entre los seguidores de Jesús algunos se dejaron seducir por el prestigio de grandeza[29], pero otros se han vuelto modelo; entre ellos María, la Madre del Verbo Divino, que la Iglesia ama particularmente. Ella, que es la Reina de las Reinas por el nacimiento del Rey de los Reyes, ha elegido en cambio el título de ‘Servidora” «He aquí la servidora del Señor» (Idu e dúle Kiriu) (Lc 1, 38). Desde la concepción del Hijo hasta la muerte de cruz, María está a Su servicio, contribuyendo, a su modo, a la «propagación de la fe y a la extensión del reino» y por eso la Iglesia la saluda con el título de Reina de los Apóstoles[30]. El apóstol Pablo, al descubrir la «sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, nuestro Señor» (Fil 3, 8), prefiere hacerse criado o esclavo (dúlos) de Jesús (Rm 1,1; Gal 1, 10; Fm 1, 1 passim). Desde los comienzos hasta nuestros días la Iglesia expresa con el servicio su adhesión a Dios en la fe en Jesús.

V. Servir hoy a la Iglesia que sirve.

 

  1. A los que esperan la salvación, Cristo Jesús aun hoy se entrega con su Cuerpo; un Cuerpo que Él santifica y purifica para hacerlo resplandeciente, sin mancha ni arruga[31]. Nosotros estamos no sólo en su Cuerpo-Iglesia como humanidad capaz de tener la vida divina, sino también como servidores de su misión. A esta dignidad común a todos, los palotinos saben además que atender la vida y la misión de la Iglesia como miembros de su ‘cuerpo auxiliar’[32] es herencia del Fundador. La credibilidad de nuestro testimonio -como el de todos los hijos e hijas de Pallotti- hace más creíble el mensaje de toda Iglesia. Si ella hoy reafirma que su naturaleza es ser una institución al servicio del don de la vida divina y que sus diferentes ministerios se tienen que considerar servicios[33], en nuestro camino de renovación espiritual y apostólica es urgente redescubrir de nuevo el papel de la familia palotina en la Iglesia y el don que Dios le hace con y por ella.

 

  1. Agregando a esto el carácter eclesial de nuestra identidad cristiana y de consagrados, es importante notar que nuestro carisma no se puede realizar si no con «una comunión de vida y de trabajo según el ejemplo de la primera comunidad de Jerusalén»[34]. Éste es el modo eficaz para mantener vivo en nosotros el espíritu de servicio. Efectivamente toda la Unión de la familia palotina se define «una comunión de fieles»[35] y la Sociedad del Apostolado Católico colabora en su unidad y a su eficiencia apostólica[36]; por tanto el espíritu de servicio reviste un carácter comunitario y se expresa en la colaboración, intrínsecamente atada a nuestra vocación y a nuestra misión[37].

 

  1. A pesar de los dramas que caracterizan nuestra época, tenemos que constatar que la nueva generación manifiesta una profunda hambre espiritual. Entre los desafíos de este tercer milenio, está bien recordar, más allá de nuestras crisis, «el hambre y la sed de algo que supera las fronteras estrechas del [nuestro] mundo»[38]. ¡Hay una invitación apremiante a reunir a nuestros hermanos y hermanas con los mismos sentimientos de S. Vicente, para proponer el camino de caridad y fe en Jesucristo, Salvador del mundo! Eso implica sacrificar las comodidades y el conformismo y meterse, con espíritu de sacrificio y dedicación, al servicio de los valores evangélicos, el único camino para dar un soplo de nueva vida a nuestra humanidad. Si se pierde este espíritu, el servicio se vuelve una ostentación de potencia o habilidad.

 

  1. No está de más afirmar con el documento Vita Consecrata[39], que nuestro servicio a Dios y al hombre se mide por la experiencia que tenemos de Dios y el sentido teológico de nuestra lectura de los signos de los tiempos. Eso exige un corazón evangélico, fruto de una conversión permanente. El deseo continuo de conversión es capaz por sí solo de movilizar nuestras fuerzas y energías a favor de la familia humana. Para afrontar la barbarie de nuestra época, revestida de falsa sabiduría, la ciencia puede ser útil, pero no es suficiente. Sólo el compromiso a amar según el Evangelio nos puede permitir a unirnos al oprimido, al desheredado y a compartir su condición de vida para manifestarle el Cristo Liberador[40]. Este mismo sentimiento debería impulsar la creación de formas de apostolado para la clase acomodada y para los intelectuales. Ellos pueden poner sus varios dones y su influencia al servicio del crecimiento del reino de Dios. Es este el espíritu de la UAC, pero no podemos ser parte central y motriz de la Unión sin la entrega gratuita de nosotros mismos y el testimonio coherente de la verdad. Sin eso no podemos realizar plenamente nuestra identidad de servidores según el don que recibió S. Vicente Pallotti para la Iglesia.

 

  1. Entre los primeros compañeros de S. Vicente Pallotti estaban los que habían venido a Roma para formarse en la Academia de los Aristócratas, en vistas de una dignidad en la jerarquía eclesiástica. Por ejemplo, del conmovedor encuentro del Pallotti con su primer sucesor, aprendemos que en un primer momento lo que atrajo a Francesco María Vaccari[41], como un tesoro, fue la santidad de don Vicente y no las dignidades mundanas en las que otros se querían realizar. Las mismas ambiciones de los tiempos del Fundador continúan hoy en formas diferentes o hay otras que las reemplazan. El llegar a rector de una comunidad, de la Provincia o de toda la Sociedad del Apostolado Católico se deberá siempre considerar como un servicio eclesial a proteger contra el espíritu del mundo. En caso de que, por desdicha, el prevaleciera un instinto de dominio, no sólo se haría de la responsabilidad un mito para gozárselo solo, sino también el corazón, en su insatisfacción, amenazaría con descuidar el servicio confiado en la espera de algo más. El palotino de la renovación enfrentará el desafío de la carrera desenfrenada a los honores y tendrá que atraer a nuevos discípulos de Jesucristo más con sus cualidades que con discursos. Cualquiera sea el precio por pagar, habrá que insistir en esto, sobre todo durante la formación inicial.

 

Retiros silencio

VI. Conclusión.

 

  1. Hemos tratado un tema actual. El ejemplo de Jesucristo Criado es por siempre la fuente de la espiritualidad del servicio, practicada y profesada de muchas maneras su Iglesia. Nos corresponde a nosotros, que hacemos de ella un compromiso especial, desarrollarla no sólo como teoría bien elaborada, sino como un fuego que quema y purifica a quien, en la comunión eclesial, corre el riesgo de corromperse en la carrera de los honores, las riquezas de este mundo y los placeres ilícitos y escandalosos. La llamada al espíritu de servicio se hizo actual en el último Sínodo de Obispos, cuyo tema los invita a conservar la Iglesia aferrada al servido del evangelio «El Obispo, servidor del evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo»[42]. Este modo de servir se le entrega a la Iglesia y su cuerpo auxiliar, la Unión está invitada a seguirla. Hay por lo tanto, signos de los tiempos que no podemos desatender sin condenarnos al deterioro o, más bien, a la traición del carisma.

 

  1. El espíritu de servicio se relaciona íntimamente con el de la consagración. Éste le confiere a aquél su razón y consistencia, que se traduce en «libre disponibilidad palotina»[43]. Hablar del espíritu de servicio hace prever, en la esperanza, la fecundidad de nuestro apostolado palotino; y quién dice apostolado palotino, dice en primer lugar compromiso total, libre y alegre a seguir a Cristo casto, pobre y obediente, en el seno a la Sociedad del Apostolado Católico[44]. Tal compromiso hace que nuestro servicio sea autentico y lo sustenta con medios espirituales y materiales; de ese modo Cristo Jesús nos enseña, contra las tentaciones de gloria, que el secreto de la grandeza se encuentra en el servicio simple y gratuito. El palotino no es por lo tanto un criado frustrado, sino un hombre apasionado por la gloria de Dios, de quien conoce el gusto del amor y arde del deseo de hacerlo conocer.

 

[AIDG]

 

 

[1] Cfr. Documentos del Capítulo General XII extraordinario, Roma, 1969, 127-128. Ver también la  carta del Rector General M. Juritsch del 22 de mayo de 1988 en Celebraciones Litúrgicas de la Sociedad del Apostolado Católico, Roma, 1989, 8.

[2] Cfr. OOCC X, 140-145.

[3] Cfr. por ejemplo, El Manual de la Regla de 1847 en OOCC VIII, 88, § 6.

[4] Este deseo es impetuoso en todos sus escritos, particularmente en OOCC X. Así lo interpre- ta F. Amoroso en El camino del infinito: autobiografía espiritual de S. Vincenzo Pallotti, Salemi Pro. Edit., Roma 1999, pág. 11-12, 23.

[5] Cfr. ACTA SAC VII, 89.

[6] OOCC X, 263.

[7] Cfr. OOCC VIII, 14-24.

[8] Cfr. ibid., 85-94.

[9] Cfr. ibid., 287 y ss.

[10] Cfr. ibid., 466.

[11] «Incluso prometo no ambicionar, ni aceptar, sin mando de la legítima autoridad, ninguna dignidad eclesiástica».

[12] Cfr. OOCC VIII, 253-256; 466-467; el texto original de los primeros está en latín: «…ac statuo (…) et me nullam recepturum dignitatem nisi a legitima auctoritate coactum». D. Francesco Moccia nota correcciones y ampliaciones de Ghirelli en los textos que distinguen sacerdotes de hermanos, cfr. OOCC VIII, 254-255, notas.

[13] Cfr. Ley de la Sociedad del Apostolado Católico (LSAC), Roma, 2001, n. 40 y la fórmula de consagración n. 18: «…et en spiritu serviendi en caritate Christi».

[14] Cfr. Documentos del Capítulo General XII extraordinario, Roma, 1969, 127-128.

[15] Cfr. OOCC VII, 115 y 124.

[16] Cfr. OOCC VIII, 405.

[17] Cfr. OOCC II, 541-542.

[18] Ver el capítulo anterior. Para profundizar, consultar también: H. Socha SAC, Comentario Jurídico a la Ley de la Sociedad del Apostolado Católico, Roma, 2002, nn. 238-250, 91-98.

[19] Cfr. Mt 20, 28.

[20] Cfr. 1 Tim 3, 1.

[21] OOCC X, 606.

[22] Cfr. Bayer B., S.A.C., «De scriptis Paul de Geslin investigandis », en ACTA SAC, V (1963), 545.

[23] OOCC III, 137-138.

[24] Cfr. OOCC II, 161.

[25] Cfr. «Vida consagrada palotina» en Renovación SAC 2000 [2], Roma, 2000, 9.

[26] OOCC X, 616.

[27] LSAC, n. 17.

[28] Cfr. Von Rad G., Théologie de l’Ancien Testament, I, Ed. Labor et Fides, Genève, Paris, 1960, 216-225.

[29] Cfr. por ejemplo Mc 9, 34.

[30] Cfr. OOCC III, 139-141.

[31] Cfr. Ef 5, 25-27.

[32] Cfr. OOCC I, 6.

[33] Cfr. las afirmaciones de Mons. D. Connell en el último Sínodo de los Obispos: «Valorizar el espíritu de servicio», en L’Osservatore Romano, n. 42 del 16 de octubre de 2001, 14.

[34] LSAC, N. 48.

[35] Estatuto General de la Unión del Apostolado Católico, n. 1; cfr. OOCC III, 156-157, citado en Renovación 2000[1], Roma, 2000, 5.

[36] Cfr. LSAC, Preámbulo “i”.

[37] Sobre el porqué de la colaboración, cfr. S. Freeman, En un dinamismo de fidelidad, Roma, 1996, 24-41. Se refiere al don que hay en nosotros y que nosotros cultivamos, el de caminar y servir juntos en la colaboración de la caridad.

[38] «Mensaje del Jubileo 2000 para la Sociedad del Apostolado Católico», en Renovación 2000[1], n. 12.

[39] Cfr. Vita consecrata, n. 73.

[40] Cfr. ibid, n. 90.

[41] Hettenkofer J., De Sociis, 10-13.

[42] Cfr. el discurso de Juan Pablo II en la apertura solemne de la X Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, «El Obispo: pobre, siervo y profeta», en L’Osservatore Romano, n. 40 (2694) del 2 de octubre de 2001, 1.

[43] Cfr. «Castidad Palotina» en Renovación SAC 2000[3 ], Roma, 2001, 11.

[44] Cfr. nuestra fórmula de consagración, LSAC n. 18.

 

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