(Renovación SAC 2000 – N°6)
I. Noción de perseverancia.
- Se puede describir la perseverancia como un permanecer fieles a los mismos compromisos por un largo período, a pesar de influencias contrarias, impedimentos o desalientos. Entre los sinónimos de perseverancia hay palabras como paciencia, firmeza, constancia y estabilidad.
II. La perseverancia en la Sagrada Escritura.
- Las palabras bíblicas más cercanas al concepto de perseverancia[1] indican: “tierna firmeza”, “ser fuerte”, “soportar con constancia”, etc. Cuando se refieren a personas significan “ser devoto a” o “ser fiel a”, cuando se refieren a objetos significan: “concentrarse en”, “mantener firme” o “permanecer con continuidad”[2].
La Perseverancia en general en el antiguo Testamento
- La Biblia vincula la fidelidad humana a la fidelidad de Dios en el más amplio contexto de una relación de alianza que Él ofrece a su pueblo. Dado que Dios es fiel y constante en su amable benevolencia, su pueblo tiene que respetar las obligaciones de la alianza (Ex 34, 6-7; Neh 9, 32). Mientras la fidelidad humana es respuesta a la de Dios y se inspira en ella, la fidelidad de Dios deriva de su compromiso autónomo, deliberado, soberano y misericordioso: “Yo seré el Dios de ustedes y ustedes serán mi pueblo” (Lev 26, 12)[3].
La historia del pueblo de Dios comienza como cumplimiento de una promesa. Esto también implica que YHWH es fiel, que no olvida su promesa sino que cumple lo que promete[4]. YHWH, que es fiel, desea que su naturaleza se refleje en su pueblo. Este punto esencial se manifiesta particularmente claro en la afirmación que introduce al núcleo fundamental de las prescripciones legales, en la Ley de Santidad: “Sean santos porque yo, el Señor y Dios de ustedes, soy santo” (Lv 19, 2)[5].
- La perseverante fidelidad de Dios es un estribillo constante en los profetas. Aunque Israel se muestre infiel no una, sino varias veces, Dios permanece fiel a Israel. Introduciendo la terminología del matrimonio en la relación entre Dios y su pueblo, el profeta Oseas le hace declarar a Dios de modo definitivo: “…Te desposaré para siempre, te desposaré en la justicia y en el derecho, en la misericordia y en el amor; te desposaré en la fidelidad…” (Os 2, 21-22). El profeta Joel le dice a su pueblo: “Vuelvan al Señor Dios, al Dios de ustedes, porque él es bondadoso y compasivo, lento para la ira y rico en fidelidad” (Jl 2, 13).

Jesús y la perseverancia
- Jesús es ciertamente la perfecta respuesta humana a la fidelidad amable de YHWH (hesed). Pablo lo resume en una afirmación extraordinaria en la segunda carta a los corintios: “El Hijo de Dios, Jesucristo, el que les hemos predicado, … no fue «sí» y «no», sino solamente «sí». En efecto, todas las promesas de Dios se han vuelto «sí» en Jesús, de manera que por él le decimos nuestro «amén» a Dios para gloria suya” (2 Cor 1, 19-20). La respuesta de Jesús a su Padre centra a la vista de los hombres la característica de constante fidelidad que YHWH le pide a su pueblo. Éste es un aspecto. Otro es que Jesús es el «sí» de Dios a sus promesas. En la vida, muerte y resurrección de Jesús podemos constatar que Dios mantiene sus promesas. Jesús es la encarnación del hesed de YHWH. Jesús refunda la antigua alianza en la realidad de su misma vida. La noche antes de morir, él resumió en su persona el compromiso de YHWH con Israel. Juan lo atestigua brevemente: “…él, que había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” (Jn 13, 1).
- Jesús es la nueva forma de la alianza definitiva de Dios con el nuevo Israel y su signo es la eucaristía. En el futuro la benevolencia perenne de Dios para con nosotros se manifestará en y por su Hijo, ante todo gracias a ese signo. Cada eucaristía es la renovación y la reafirmación de parte de Dios de la unión que él ha establecido entre sí y nosotros en el Hijo. A través de la eucaristía podemos decirnos «sí» unos a otros en la comunión que hay entre nosotros, lo creyente. Además cada eucaristía nos da la oportunidad de reforzar y de celebrar de nuevo las dimensiones perfectas de cada comunión que estamos viviendo[6].
- En muchas ocasiones Jesús animó a sus discípulos a perseverar. Explicando la parábola del sembrador, por ejemplo, Jesús dice que la semilla caída en tierra buena representa a los que, después de haber escuchado la palabra de Dios, “la custodian y producen fruto con su perseverancia” (Lc 8, 15). Al poner en guardia a sus discípulos sobre las persecuciones que vendrán, Jesús les promete que “el que persevere hasta al fin se salvará” (Mt 10, 22 y 24, 13). Una perseverancia inflexible es condición necesaria tanto para ser discípulo como para pertenecer al reino: “el que ha puesto mano al arado y se vuelve atrás, no sirve para el reino de Dios” (Lc 9, 62).
La perseverancia de María
- María era una joven hebrea común, pero atenta a la palabra y a la ley de sus padres. El Nuevo Testamento la describe como una persona que meditó las palabras que escuchó de hombres y de ángeles: “María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón” (Lc 2, 19). Su fidelidad creció y tomó forma con el Hijo en el centro de su vida. Ella se mostró principalmente fiel con su presencia constante y silenciosa. Su fidelidad perseverante no fue algo que realizó gracias a sus capacidades, sino por lo que se obró en ella: “Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho” (Lc 1, 38). El magníficat es un canto de alabanza a YHWH por sus proezas de fidelidad tanto para con Israel, su siervo, como para con su humilde sierva. “Todas las generaciones me llamarán feliz porque el Omnipotente ha hecho en mí grandes cosas, ¡su nombre es santo!” (Lc 1, 48s).
La perseverancia en otros libros del Nuevo Testamento
- Encontramos exhortaciones a la perseverancia a lo largo del Nuevo Testamento, aun cuando no se emplee esa palabra.
Bernabé y Pablo instan a la primera comunidad cristiana a “permanecer fieles a la gracia de Dios” (Hch 13, 43).
Pablo anima a los corintios diciéndoles que “…permanezcan firmes e inconmovibles, progresando constantemente en la obra del Señor, sabiendo que los esfuerzos que realizan por él no son en vano” (1 Cor 15, 58).
El autor de la Carta de Pedro les dice a sus lectores “…manténganse en guardia, no sea que, arrastrados por los extravíos de los malvados, pierdan la firmeza.” (2 Pe 3, 17).
En otras partes se dice que la perseverancia será recompensada. Por ejemplo, Pablo les dice a los romanos que “él dará la vida eterna a los que perseveren en la práctica del bien …” (Rm 2, 7). De manera parecida escribe Santiago: “quién considera atentamente la ley perfecta … como un fiel cumplidor, será feliz al practicarla” (St 1, 25).
III. La perseverancia como virtud.
- En cuanto virtud moral, la perseverancia hace a la persona capaz de continuar en la práctica de comportamientos virtuosos y de insistir en el esfuerzo por hacer el bien, a pesar de las dificultades que encuentre. La virtud de la perseverancia se refiere al coraje, a la determinación y la tenacidad en perseguir una línea de acción hasta alcanzar la meta, a pesar de todos los imprevistos. En la espiritualidad cristiana la perseverancia hasta el fin, es decir permanecer en estado de gracia hasta la muerte, pertenece a la oración, a la esperanza y al obrar cristiano. La virtud de la perseverancia, en todo caso, se basa en hacer el bien en la vida de todos los días. La exacta noción de habitus que está en el corazón de una virtud presupone un tipo de estabilidad y permanencia, característica justamente de la esencia de la perseverancia. En la enseñanza de la moral católica, la práctica de toda virtud, comprendida la perseverancia, necesariamente solicita la gracia actual de parte de Dios. Así enseña el Concilio de Trento: “Si alguien dice que sin una especial ayuda de Dios un hombre justificado puede perseverar en la justicia que ha recibido, o que aunque tenga esa ayuda no es capaz de perseverar, anathema sit”[7]. Así, en una persona perseverante la gracia y la virtud de la perseverancia concurren a conducirlo a su meta final. Los fracasos están a los dos extremos: por una parte, se puede fracasar en la perseverancia por inconstancia, por lo que frente a la menor dificultad se cambia con ligereza el propio modo de vida y de conducta; por otra parte, se puede fracasar en la perseverancia por obstinación, por perseguir a ciegas un modo propio de vida y de conducta, aunque con eso se cause daño a sí mismo, a otros o a la comunidad[8].
IV. La perseverancia en Pallotti.
- Pallotti propone la “Vida de Jesucristo” como la principal ley de la “pequeña congregación” que fundó[9]. Para él la vida y la muerte de Jesucristo manifiestan el paradigma perfecto de la respuesta al amor infinito de Dios. Por una parte a Pallotti le impactó la respuesta de amor de Jesús, tan caracterizada por su total libertad y espontaneidad y falta de cualquier sentido de constricción[10] y, por otra parte, deseó fuertemente para sí y para los suyos la fidelidad perfecta e intrépida que Jesús manifestó en su pasión y muerte[11]. A esa actitud Pallotti trató de darle forma de dos modos una estructural y otra legal.
- – Pallotti no quiso que su fundación tuviera votos[12].
Ya en los Estatutos del 1835-1836 notamos en el pensamiento de Pallotti una orientación sobre la actitud de quienes se unieron a su organización. Escribiendo respecto al primer grupo de operarios asociados, él quiso que ofrecieran un servicio libre y espontáneo impulsados por el celo por la gloria de Dios y por la salvación de las almas, rechazando cualquier remuneración por su obra, excepto en caso de necesidad[13]. Su oblación a Dios en el apostolado católico no comportó ninguna obligación de voto y no estaba so pena de pecado[14].
En la regla de 1839, describiendo la naturaleza del acto formal de consagración que sacerdotes y hermanos harían en la Sociedad, Pallotti escribe: “La naturaleza de tal consagración no implica la condición de voto, sino que es un contrato permanente con la Congregación”[15]. Continuando sobre esa línea de pensamiento, Pallotti escribe en 1846: “La Congregación de padres y hermanos coadjutores del Apostolado Católico tiene que imitar a la Sagrada Familia de la Casa de Nazaret en la perseverancia por el vínculo del amor de Dios, que es fuerte como la muerte… La experiencia hace ver que, aunque se consagre a Dios con votos solemnes, un hombre que pierde el amor de Dios, no sólo se aleja de la observancia de los sagrados votos, sino que además le hace daño al cuerpo religioso en el que ha profesado solemnemente; por tanto, sin dejar de venerar la institución de los sagrados votos solemnes, y teniendo que proveer a la naturaleza de la institución de la congregación de padres y hermanos a coadjutores del Apostolado Católico,…conviene que los padres y hermanos coadjutores de la congregación no tengan el vínculo de los sagrados votos”[16].
- En la vida espiritual personal Pallotti se condujo por el ideal de alcanzar una libertad total y franca en su respuesta al amor de Dios que sintió derramarse sobre de él como una abundante lluvia de amor infinito. Entre los muchos votos que Pallotti hizo entre el 1816 y el 1823, hay uno que hace comprender mejor nuestro tema. Él declara: “entiendo que todas mis actividades ennoblecidas por la gracia del Dios caen bajo el voto de la más sublime perfección de modo que tales obras no las tenga que hacer por voto, sino porque… se hacen con un grado de perfección tal que tengan el valor del voto”[17]. En estas palabras podemos ver un corazón humano que se esfuerza por alcanzar la libertad y la espontaneidad más altas posibles, mientras que al mismo tiempo se ata con la fuerza de un voto para ayudarse contra debilidades y tentaciones.
- – Pallotti introdujo la promesa de perseverancia para añadir una especial estabilidad al compromiso que los miembros asumen en nuestra Sociedad.
En octubre de 1846, Pallotti escribió un índice práctico de las reglas de 1839 y, en 1846, los “Treinta y tres puntos”, de los cuales el tercero establece que los miembros de la Sociedad de los sacerdotes y hermanos del Apostolado Católico “no hacen votos solemnes, sino que, después de dos años de …noviciado, … cada uno hace la Consagración solemne de sí mismo a Dios y, al hacerla, hace además el contrato con la congregación, comprometiéndose a vivir según las reglas y las constituciones en castidad, obediencia, pobreza y perseverancia”[18].
Notamos un desarrollo terminológico cuando Pallotti describe la consagración que emiten los miembros, usó el término “solemne contrato[19]” en lugar de “votos” en la Declaración anterior que concierne especialmente al contrato[20]. De nuevo en la Declaración posterior que concierne especialmente los votos que hacer quien así lo quiere[21], respecto al hecho de que sacerdotes y hermanos, en determinadas condiciones, pudieran conservar sus bienes temporales, Pallotti afirma que tales condiciones tienen fuerza por el contrato que han estipulado con nuestra Sociedad[22].
De manera semejante, en su tercera consideración del contrato[23], describe la consagración que hacen los miembros en la Sociedad como un solemne contrato[24].
En el capítulo 1 del Manual de la Regla, de 1846, Pallotti afirma que “…aquellos que tengan verdadera vocación, y quieran hacer parte de la Congregación, al hacer la consagración solemne a Dios sin hacer votos harán, empero, un verdadero contrato con la Congregación, prometiéndole vivir, según sus reglas y constituciones, en pobreza, castidad, obediencia y perseverancia”[25].
Sin embargo, en el mismo manual, en el capítulo 5, tratando de la “perseverancia”, Pallotti abiertamente deja fuera la expresión “solemne contrato”. Esa expresión le cede ahora el lugar a una terminología espiritual. Citando por ejemplo a Jesús que abrazó la cruz hasta la muerte, Pallotti exhorta: “para imitarlo de alguna manera tenemos que vivir y morir en la mística cruz de la vida de congregación, perseverando fielmente hasta a la muerte”[26].
Además hay que notar que en el capítulo 1 de los manuales de 1846 y 1849 ya no se usa el término “contrato”; Pallotti habla bastante de perseverancia hasta el fin, fijándose en las palabras de nuestro Señor en Mateo 10, 22, según las que se salvará no quien inicie, sino quien persevere hasta el fin[27].
Igualmente en el capítulo 7 de los mismos manuales de 1846 y 1849, tratando de la perseverancia, repite sencillamente las palabras del capítulo 5 de la regla de 1846 sobre el “vivir y morir en la mística cruz de la vida de congregación”[28].
De manera similar, ni la primera fórmula en latín de la consagración[29] ni las fórmulas siguientes de 1847[30] y 1848[31] contienen la palabra “contrato.” Evidentemente Pallotti, en la búsqueda de una estructura legal para la actitud de respuesta de amor libre y espontánea, pero permanente y estable, consideró insuficiente el concepto de “solemne contrato.” Un contrato a menudo es el resultado de pesadas negociaciones entre dos partes, que generalmente tiene por objeto bienes y servicios, y sus condiciones son determinadas por las partes mismas. Obviamente este concepto no expresaba suficientemente el tipo de respuesta al amor de Dios que Pallotti tenía en mente. De ahí el abandono del término “contrato”. Del anterior análisis además podemos notar que, mientras el empleo del término “contrato” cedió el paso, la promesa de perseverancia emergió como una realidad aparte. Con toda probabilidad Pallotti pensó que la introducción de la perseverancia como promesa aparte daba una adecuada forma jurídica a la actitud de amor libre y espontáneo, asociada a una continuidad estable.
- En el pensamiento de Pallotti, la perseverancia es un proyecto en cada etapa de la vida de una persona y no termina nunca,. Citando a Lucas 2, 40, “…el niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él”, Pallotti intuyó que para quienes entraron en nuestra Sociedad la consagración previa y total de sí mismo a Dios es insuficiente ya que ese compromiso tiene que seguir como un proyecto permanente de crecimiento en la santidad y en la perfección evangélica, en sintonía con la regla y el espíritu de la Sociedad[32].
- En la óptica pallottiana la perseverancia es un principio envolvente que embarga y se relaciona con todas las otras promesas[33]. La declaración de contrato en OOCC IX, p. 20, nota 2, afirma: “…a tal fin prometo a la misma Congregación, y a sus presentes y a futuros superiores, perseverar en la misma congregación hasta la muerte viviendo en obediencia, pobreza y castidad”[34]. El sentido de esta afirmación parece ser que la voluntad de quien hace tal declaración se orienta directamente a la perseverancia en la Sociedad, y que las otras promesas proveen sencillamente el contenido material de esa perseverancia. Quizás sea por esa razón que Faà de Bruno optó por hacer sólo la promesa de perseverancia[35].
- Para Pallotti la perseverancia es esencialmente una virtud relacional. Él escribe: “La Congregación de los padres y hermanos coadjutores del Apostolado Católico tiene que imitar la Sagrada Familia de la Casa de Nazaret en la perseverancia por el vínculo del amor de Dios, que es fuerte como la muerte”[36]. La metáfora de los vínculos familiares sugiere que el corazón del compromiso de perseverar toda la vida consiste no en obligaciones de un deber, sino en vínculos relacionales. Este aspecto de la relación, tan importante para Pallotti, aparece con mucha fuerza en su Capítulo de Fundamento y Regla viva de la Pía Sociedad[37]. Es allí donde, por la más rigurosa adhesión a las reglas, Pallotti reclama con términos más fuertes la imitación de Jesucristo. Pallotti da cinco razones, todas ellas basadas en los temas de la fidelidad a sí mismo y a los otros[38].
- En sus Manuales de la Regla, Pallotti consideró los siguientes requisitos[39]39 de la perseverancia:
- La perseverancia requiere estrecha adhesión a las reglas y a las constituciones. Las pequeñas inobservancias llevan a los más grandes quebrantos, y pueden causar la eventual pérdida de la vocación;
- Un apego desordenado a padres, amigos y hasta a la propia vida es nocivo para la perseverancia. Hay que integrar y transformar esos afectos en auténtica caridad;
- No es suficiente eliminar una sola vez los afectos desordenados. Hay que rehuir a las ocasiones que los provocan;
- Además, hay que prestar atención a las visitas que se hacen y a las personas con las que se han establecido relaciones espirituales. Siempre es prudente que todo sea con el conocimiento de los superiores y de los miembros de la comunidad.
- También hay que estar atentos a que el tipo de obras que se emprenden no sirvan para apartar de la vida de comunidad. El permiso de los superiores a propósito de esto es indispensable;
- La fidelidad a la comunidad implica que nadie denigre a la misma comunidad, a los superiores o a los hermanos delante de otras personas;
- Los miembros tienen que abrirse especialmente respecto a su vida interior con el propio director espiritual y con los superiores en las crisis concernientes a la vocación, y pedirles consejos a ellos y no a personas no autorizadas;
- Hay que orar por la perseverancia.
Para Pallotti, por fin, la perseverancia es una gracia que viene de Dios, por la que hay que orar y esperar con humildad[40]. Él institucionalizó la oración por la perseverancia que se volvió parte integrante de la vida espiritual de su comunidad[41].
V. La perseverancia en la ley SAC.
- Como se ha visto en la anterior sección, la consagración a Dios en la Sociedad significó, desde el comienzo, una donación total[42]. El n. 34 de la Ley SAC confirma esta verdad cuando, introduciendo la promesa de perseverancia, cita el ejemplo de Jesucristo que, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el fin (cf. Jn 13, 1). Como se analizó en los párrafos anteriores, al principio Pallotti atribuyó a este compromiso permanente el carácter de “solemne contrato.” Sin embargo, posteriormente, esa expresión desapareció de sus escritos y la reemplazó introduciendo la perseverancia como una promesa aparte, lo que aparece por primera vez en la tercera reflexión de Pallotti sobre el contrato[43] y en la primera fórmula en latín de la consagración[44]. Después de la muerte de Pallotti, la promesa de perseverancia tuvo un relieve e interpretaciones diferentes por parte de sus primeros compañeros. Por ejemplo, Melia sostuvo que cuando un miembro emite la consagración en la congregación, estipula con ella un contrato, cuyo objeto es la perseverancia. Faà di Bruno afirmó que la sola promesa de perseverancia es suficiente para emitir la consagración en la Sociedad[45].

Ese desarrollo culminó en 1903 con la decisión del Segundo Capítulo General que identificó el contrato con la promesa de perseverancia. Por tanto, a diferencia de las otras, la promesa de perseverancia obligaba jurídicamente a los miembros y, en principio, de modo grave. Recién con la renovación de la Ley SAC, después del Concilio Vaticano II, la perseverancia se convirtió en una promesa en el plano de las otras cinco, obligando a los miembros a la fidelidad[46].
- En verdad, se podría preguntar: “la fórmula de consagración ¿no menciona ya explícitamente el período «por un año» en el caso de consagración temporal, y «para toda la vida» en el caso de consagración perpetua[47]? Si es así, cuál es entonces la función de la perseverancia?” La declaración formal “por un año” o “para toda la vida” es, en primer lugar, jurídica; tiene efectos legales dando origen a determinados derechos y obligaciones tanto de parte de la Sociedad como de los miembros. Por esa razón la Ley SAC afirma que “la consagración incluye un contrato bilateral que determina los deberes y los derechos de la Sociedad y los de cada uno de los miembros, según el derecho de la Sociedad, y obliga en justicia”[48].
- Bajo otro aspecto, el núcleo principal de la perseverancia como una de las seis promesas está en la dimensión personal, espiritual y religiosa del acto de consagración. Es por esta razón que la Ley SAC, cuando habla de perseverancia, usa términos como fidelidad, vínculo fraterno, pertenencia, división y ayuda recíproca[49]. En la vida practica la Ley SAC atribuye a la promesa de perseverancia:
- La determinación para permanecer fiel a la misma vocación y a perseverar en la Sociedad hasta la muerte[50];
- La fidelidad a Dios y a la Sociedad tanto en los días felices como en los dolorosos[51];
- La renovación cotidiana del propio compromiso con la Sociedad, sus objetivos y sus miembros[52];
- La colaboración incansable en el desarrollo de la Sociedad y en la realización de sus objetivos[53];
- El estar unido a los hermanos con un fuerte vínculo fraterno, que implica tanto un sentido de pertenencia a la comunidad como de responsabilidad por ella[54];
- La sincera acogida a los miembros como hermanos, trabajando juntos, compartiendo alegrías y penas en lo personal, y ofreciéndoles a los hermanos fidelidad y apoyo en tiempos de dificultad[55];
- La explicitación formal de la fidelidad y la estabilidad, implícitas en la consagración a Dios en la Sociedad[56].
VI. La perseverancia como experiencia de vida.
- ¿Cuál ha sido el papel y el impacto de la promesa de perseverancia en la vida de los miembros? ¿Ha servido de alguna manera para aumentar como se quería, esa fidelidad especial y esa estabilidad de la consagración que los miembros profesan y viven en la Sociedad?
En octubre de 2002, los Superiores Mayores de la SAC se reunieron en Konstancin, Polonia, en preparación a la XIX Asamblea General. Entre otras cuestiones, en el encuentro se reflexionó sobre la promesa de perseverancia. Ésa es el más reciente reflexión sobre la experiencia de la Sociedad al respecto. Los párrafos siguientes simplemente resumen los resultados del encuentro.
La pérdida de un miembro es un acontecimiento trágico.
- La promesa de perseverancia atañe nuestra identidad de miembros de la SAC[57]. La pérdida de un miembro tiene que interesar a todos porque es un acontecimiento muy serio y tiene, entre las otras, tres series de consecuencias que influyen negativamente sobre el miembro y sobre la comunidad:
- El camino vocacional del miembro se interrumpe a mitad de camino y su vocación queda incompleta;
- Cada abandono o dimisión deja una mancha en la vida de comunidad y la hiere en su ánimo, disminuyendo su compromiso y desalentándola en su trabajo apostólico;
- Además influye negativamente sobre los programas de pastoral vocacional[58].
- A pesar del dolor y los problemas que crea, hay que afrontar el abandono de la Sociedad por parte de un miembro con serena dignidad y maduro respeto por quien se va. El hecho de que haya miembros que logran seguir en comunidad, no prueba necesariamente su fidelidad a la promesa de perseverancia. Hay una forma de fidelidad legalista que mantiene una perseverancia aparente, mientras que en realidad se verifica un alejamiento interior o una fuga a la vida privada, por lo cual los miembros efectivamente quedan sin un verdadero vínculo con la comunidad. Ese abandono es más difícil de descubrir y resolver porque tiene raíces sutiles y profundas[59].
Las causas de los abandonos.
- Las causas verdaderas de los abandonos en la Sociedad están escondidas predominantemente en los meandros misteriosos de la psiquis humana. A veces ni siquiera el que se va conoce las causas precisas de su decisión. Enumeramos algunas causas que experimenta el que abandona la Sociedad.
Causas sociales.
- La movilidad, la velocidad y los cambios son los carriles por donde transita la civilización moderna, mal dispuesta con los planteos más tradicionales de la estabilidad, de la espera paciente y del compromiso para toda la vida. Esas tendencias influyen negativamente sobre a capacidad de las personas por entrar en relación profunda y duradera. En ese contexto social, ante la menor dificultad, las personas interrumpen bruscamente las relaciones. Ocurre en el matrimonio y también en la vida consagrada[60].
El entorno social y cultural de hoy no ayuda a la castidad ni al celibato consagrado. A menudo se mira a los solteros con sospecha, sobre todo en el caso de trasgresiones bien publicitadas.
- Otra causa de abandono de la Sociedad es el quebranto de jóvenes miembros que entraron a la Sociedad en conflicto con experiencias traumáticas, a menudo roturas y hasta desastres matrimoniales en su familia de origen. Los problemas afectivos pasados no resueltos, tornan a estos jóvenes en muy desconfiados y cautos frente a cualquier experiencia.
- Otro factor que condiciona a las personas que entran a la Sociedad es una disposición desfavorable ante la Iglesia. De antemano se piensa que, mientras no demuestre lo contrario en cada caso, la Iglesia se equivoca y persiste en el error[61].
A veces una combinación de estas causas lleva a los miembros a sentirse muy infelices en la comunidad, lo que los empuja a buscar en otro lugar la felicidad y la satisfacción.
Razones personales.
- Muchos miembros, en lo personal, no logran llegar a un sentido de pertenencia a la Sociedad y permanecen en la comunidad como extraños. Faltas en la formación inicial y permanente e, igualmente, la falta de madurez personal para aprovechar plenamente las oportunidades recibidas, y por lo tanto para entrar más profundamente en la comunidad y en las relaciones con los hermanos, los hacen quedarse como espectadores de paso. Incluso viviendo en comunidad, su vida a menudo se ve amenazada por la soledad y pocos pueden superar los períodos de crisis.
- Otra razón de la salida de los miembros es la falta de una adecuada madurez afectiva en sus innumerables formas. Eso les impide enfrentarse con sinceridad con lo que realmente les está ocurriendo. Durante el período de formación, y a veces hasta después del sacerdocio o la consagración perpetua, se encuentran en conflicto entre sus necesidades y los valores, y viven la vocación entre temores y dudas, sin ánimo de compartirlos con alguien para encontrar ayuda.
- Otra razón para la salida de la Sociedad es la falta de satisfacción y realización personal en el trabajo. En ausencia de energías espirituales oblativas profundas, esas experiencias pueden ser muy frustrantes y ponen en marcha sentimientos de inutilidad y vanidad.
Otra experiencia señalada es la del agotamiento profesional en la tarea que está desarrollando. Cuando una persona vive una vida unidimensional basada en el trabajo, no tiene tiempo para sí, para la oración y el descanso, ni para ejercicios que edifiquen la comunidad. Este modo de vivir agota a la persona en lo afectivo y en lo físico, y se piensa que, cualquiera sea la tarea que desarrolle, es muy poco lo que puede dar. En ausencia de una adecuada madurez afectiva, una persona no podría ni confesarse a sí mismo las crisis oscuras que reinan en su vida. Percibe la comunidad y sus exigencias como una lápida que lo oprime y le impide buscar su felicidad y su realización personal. Si en esa situación se enamora y se le estimulan los apremiantes impulsos de la sexualidad, entra en conflicto con un superior o con un hermano o bien encuentra incomprensión y rechazo, y no pasa mucho tiempo antes de que deje de mal modo la Sociedad. A la salida la pueden preceder reproches, provocaciones, ausencias ilegítimas, desobediencia, etc.
- La ambición de riquezas y de ventajas materiales en muchos casos está en la raíz de la opción por un rédito personal en un camino individualista. Se anteponen la satisfacción de las propias necesidades a cualquiera otra cosa y se colocan las ambiciones personales antes que el bien común.
- “Los mismos hermanos que han abandonado el sacerdocio, atribuyen la causa a las negligencias de la vida espiritual, a la escasez del tiempo dedicado a la oración, a las transgresiones del celibato, al progresivo abandono de la celebración eucarística, a la omisión de la liturgia de las horas y al desinterés por la dirección espiritual, más que a la inmadurez psíquica y afectiva. Algunos admiten no haber sido siempre sinceros con los confesores y los directorios espirituales, sobre todo acerca de la castidad. En cambio, otros atribuyen el abandono a la falta de una clara línea formativa, a la excesiva libertad que gozaron y al flojo clima espiritual. Sin embargo, se advierte que las causas primarias del abandono, aunque no se expresan, son la debilidad de la fe y la progresiva insensibilidad ante elementos sobrenaturales de la vocación”[62].
Faltas de parte de la comunidad.
- En una comunidad constituida predominantemente por miembros de vida orientada en forma individualista están ausentes en buena medida la transparencia en las relaciones, la comunión de unos con otros, el diálogo al planear iniciativas apostólicas comunes y la voluntad de reconocer diferencias y aclararlas. Cuando los miembros viven cerrados en sí mismos y no logran enfrentar la situación, la empiezan a considerar demasiado deprimente y sólo les queda aguantar. “En una comunidad, así el miembro cambia se siente en una prisión y lo único que quiere es huir”[63].
- Los miembros que han optado por vivir y trabajar solos atribuyen esta opción al fracaso de la experiencia de comunidad y a la falta de apoyo en las relaciones en su interior. “El cuidado y la responsabilidad de la vida comunitaria corresponden a todos los miembros de la comunidad, pero en mayor medida al superior. Su falta de sensibilidad y atención pueden contribuir al abandono de los hermanos[64]”
VII. Observaciones conclusivas.
Fortalecer las raíces espirituales.
- Como las otras, la promesa de perseverancia es esencialmente un acto de amor y adoración a Dios, inspirado en el profundo descubrimiento de la fidelidad de su amor y de su llamada. “El Padre mismo los ama” (Jn 16, 27) fue uno de los tranquilizadores mensajes con que Jesús animó a los discípulos antes de separarse de ellos. Redescubriendo las raíces evangélicas de la vida consagrada, Juan Pablo II afirma: “Hay que buscar el fundamento evangélico de la vida consagrada en la relación especial que Jesús, en su existencia terrenal, estableció con algunos de sus discípulos, invitándolos no sólo a acoger el Reino de Dios en sus vidas, sino a poner la misma existencia al servicio de esa causa, dejando todo e imitando su forma de vida[65]”.
La conciencia del amor infinito de Dios es igualmente penetrante en Pallotti cuando afirma: “¡Que yo no tenga paz hasta alcanzar un amor infinitamente perfecto a Dios, a Jesucristo, mi más que amado esposo, y a mi más que dulce y amada madre María! … ¡Me muero porque no amo! Soy de veras el más miserable! [66]” Todo lo que se trasluce de la vida y de la obra de Pallotti se puede remitir a esas raíces espirituales. Sin nutrirse de ellas nadie puede esperar alcanzar una perseverancia fiel. El teólogo Sam Keen resumió el pensamiento de Gabriel Marcel sobre este tema diciendo: “La absoluta fidelidad a Dios no tiene ningún sentido en un mundo del que ha desaparecido la fidelidad humana, ni la fidelidad entre las personas es posible sin que permanezca vigente el sentido escondido de la santidad.[67]” Por lo tanto, a menudo se pone la profundidad de la fidelidad humana y la perseverancia, en las insondables profundidades de sí mismos y de Dios.
La perseverancia es compromiso en el crecimiento.
- En la exhortación Vita Consecrata, Juan Pablo II destaca que el camino de fidelidad no tiene de veras un curso uniforme, sino que pasa por muchos momentos críticos. Eso ocurre porque “el individuo busca y encuentra una tarea distinta a desarrollar en cada ciclo vital, un modo específico de ser, de servir y de amar[68]”. El activismo de los jóvenes, el riesgo de la costumbre de la edad intermedia, el individualismo de la edad madura, la pérdida de todo lo que se aprecia y tiene valor que se verifican en la edad avanzada, proponen desafíos perennes a toda persona que se empeña en un camino de fidelidad y perseverancia[69]. Por lo tanto, seguir empeñado en la perseverancia es siempre un compromiso por crecer y mejorar. La perseverancia sincera es un proyecto que nunca acaba en la vida. Se la busca humildemente cada día, y en cada momento. Es una búsqueda que tiene que impregnar las comunidades palotinas de modo que los miembros sean indulgentes unos con otros ante sus propias faltas y se ayuden, especialmente en los momentos de crisis. En particular, los que están en crisis necesitan una especial atención de parte de la comunidad.
Algunas indicaciones prácticas.
Formación inicial y permanente.
- En cada período de la vida hay que ofrecer una formación idónea para persuadir a los miembros a conservar una más profunda y estable perseverancia. “En la formación inicial hay que atender la madurez integral de los candidatos. Se deberían admitir a la consagración en la Sociedad a personas con un mínimo de madurez en cada aspecto… Son objetivos de la formación inicial la consolidación de la identidad y el amor hacia la Sociedad, la educación para recurrir a la dirección espiritual y a la propia educación”[70].
- “La formación permanente tiene que prestar especial atención a los hermanos en los cinco años siguientes a la consagración perpetua o a la ordenación sacerdotal”[71]. En los momentos de dificultad hay que animarlos a que recurran a la ayuda de los que pueden ofrecer sinceramente apoyo y discernimiento. El papa Juan Pablo II sugiere que la “cercanía cariñosa de un superior” o la “presencia atenta” de un hermano que, en momentos de dificultad, pueden conducir a la persona a redescubrir “el sentido de la alianza que Dios por primero ha establecido y no quiere desmentir”[72]. Acogiendo el consejo del Papa, algunas provincias han adoptado la práctica de asignarle a cada miembro que recientemente ha emitido la consagración perpetua y a cada sacerdote que ha sido ordenado, un miembro más antiguo. Su papel es acompañar al joven en sus primeros años de vida comunitaria.
- La importancia de emplear en la formación personas idóneas y la adecuada formación de los formadores no será nunca suficientemente destacada[73].
Mayor importancia a las prácticas espirituales y a religiosas.
- De lo que surgió de todos los participantes del Congreso de Superiores Mayores de 2002, se ve que ha disminuido el fervor por nuestras comunidades de trabajo y se ha debilitado la atención a la vida comunitaria. Según sus sugerencias, las simples ocasiones de oración comunitaria, la concelebración de la eucaristía, el recurso a la dirección espiritual, etc., son elementos que pueden consolidar la comunión de los miembros en una comunidad. Para evitar el pecado de espiritualismo que, bajo una máscara de religiosidad lleva a eludir responsabilidades, la espiritualidad debería estar siempre unida a las opciones de la vida cotidiana[74].
La atención al carácter antropológico y comunitario de nuestro carisma.
- Es propio de la intuición de Pallotti que su fundación se integre con personas que formen una comunidad para promover más eficazmente el apostolado. Es lo que corresponde al sentido de la palabra “católico” que encontramos en el nombre del “Sociedad del Apostolado Católico”[75]. Por tanto, un palotino es por definición una persona orientada a la vida comunitaria. En la formación hay que destacar más este aspecto de nuestro carisma. A nuestros miembros hay que ofrecerle una educación práctica a la vida de comunidad. Reunirse para la “formación espiritual y apostólica (ejercicios espirituales, retiradas, reuniones locales…) y para encuentros informales (festejos de aniversarios de consagración u ordenación, de onomásticos, de cumpleaños…)[76]” puede desarrollar un papel de crucial importancia tanto para construir la comunidad como para alimentar la formación que promueve su construcción.
- “Igualmente importantes son la atención a los hermanos que trabajan solos y viven fuera de la comunidad, el reconocimiento de su valor y de sus alegrías por los éxitos, la escucha recíproca, la instauración de un clima familiar, la corrección fraterna en lugares y tiempos oportunos, el diálogo continuo y el discernimiento comunitario sobre los ámbitos de trabajo y los compromisos asumidos”[77].
- Las sugerencias prácticas de Pallotti indicadas más arriba –la observancia de las reglas, el evitar los apegos excesivos a los miembros de la misma familia, las visitas que se hacen, el modo de tratar y trabajar con los otros, la fidelidad a la comunidad etc.– son de particular relevancia, cuando se trata de vivir concretamente la perseverancia en nuestra vida cotidiana.
Cantaré eternamente el amor de Dios,
proclamaré tu fidelidad por todas las generaciones.
Porque tú has dicho:
“Mi amor se mantendrá eternamente
mi fidelidad está afianzada en el cielo. (Sal 89, 2-3)
[1] Por ejemplo: hesed (tierna firmeza, cariñosa fidelidad); karteréõ (ser fuerte, soportar); proskarteréõ (persistir, tenerse firmes); proskartérēsis (perseverancia).
[2] Gerhard Kittel y Gerhard Friedrich ed., Theological Dictionary of the New Testament (Michigan: Wil- liam B. Eerdmans Publishing Company, 1985), V. karteréõ etcétera
[3] William Dyrness, Themes in Old Testament Theology (Exeter: Paternoster Press, 1979), 124-124.
[4] Walther Zimmerli, Old Testament Theology in Outline, trad. David E. Green (Edinburgh: T. & T. Clark Ltd, 1984), 28-30.
[5] cf. La Biblia de Jerusalén.
[6] John C. Haughey, Should Anyone say Forever, On Making, Keeping and Breaking Commitments (Nueva York: Image Books 1977), 149-150.
[7] J. Neuner y Dupuis, ed. The Christian Faith, En the Doctrinal Documents of the Catholic Church (Ban- galore: Theological Publications en India, 1992), n. 1972.
[8] cf. New Catholic Encyclopedia, Vol. XI (Washington, D.C.: The Catholic University of América, 1981), v. “Perseverance”, R. Roherty
[9] OOCC III, 35-36; OOCC II, 541-543.
[10] cf. OOCC I, 10; OOCC III, 137; OOCC X, 263 etc.
[11] cf. por ejemplo OOCC II, 5-6.
[12] cf. OOCC IX, 24-25.
[13] cf. OOCC IV, 148-149.
[14] ibid., 154 y 157.
[15] OOCC II, 289.
[16] OOCC IX, 24-25. cf. también OOCC III, 89.
[17] OOCC X, 263.
[18] OOCC III, 41.
[19] ibid., 83.
[20] ibid., 82-88.
[21] ibid., 89-94.
[22] ibid., 91.
[23] H. Socha S.A.C., Commentario Giuridico alla Legge della Società dell”Apostolato Cattolico (Roma: Socie- tà dell”Apostolato Cattolico, Roma, 2002, 194.
[24] OOCC IX, 24 Y 25.
[25] OOCC VIII, 13-14.
[26] ibid., 24-25.
[27] ibid.,75.
[28] ibid., 92-93, 292-293.
[29] OOCC IX, 14-15. cf. también Hubert Socha, op. cit., 194.
[30] OOCC VIII, 255-256.
[31] ibid., 466-467
[32] OOCC II, 56-57.
[33] OOCC IX, 20, nota 2.
[34] cf. también OOCC II, 558.
[35] cf. H. SOCHA, OP. cit., 113.
[36] OOCC IX, 24-25; OOCC III, 89.
[37] OOCC II, 541-543.
[38] ibid., 542-543.
[39] cf. OOCC VIII, 24-28, 92-95, 292-295.
[40] ibid., 28, 95, 295.
[41] OOCC I, 295; OOCC II, 297.
[42] OOCC III, 89-94; OOCC II, 303-304 nota 1. cf. También H. Socha, op. cit., 194.
[43] OOCC IX, 26.
[44] Ibid., 14-15. Cf. H. Socha, op. cit., 194.
[45] H. Socha, op. cit., 112-113.
[46] Ibid.
[47] Ley SAC. 20, nota 1.
[48] Ibid., 20.
[49] Ibid., 35, 240-241.
[50] Ibid., 34.
[51] Ibid., 35, 240.
[52] Ibid., 240.
[53] Ibid.
[54] Ibid., 35.
[55] Ibid., 35, 241.
[56] Ibid., 36.
[57] Sociedad del Apostolado Católico, VII Congreso Consultivo de los Superiores Mayores, Konstancin, Polonia, el 1-10 de octubre de 2002, Preparación por la XIX Asamblea General (Roma, 2002), 16. (en adelante: VII Congreso Consultivo)
[58] VII Congreso Consultivo, 18-19.
[59] ibid., 16-17
[60] ibid., 17.
[61] ibid., 17.
[62] VII Congreso Consultivo, 18.
[63] ibid.
[64] ibid.
[65] Juan Pablo II, Vita Consecrata, Exhortación Apostólica Postsinodal (Roma, 1996), n.14.
[66] cf. OOCC X, 101-102
[67] Sam Keen, Gabriel Marcel (Richmond: John Knox Press, 1967), 40.
[68] Vita Consecrata, n. 70.
[69] cf. ibid.
[70] VII Congreso Consultivo, 19.
[71] ibid.
[72] Vita Consecrata, n. 70.
[73] cf. VII Congreso Consultivo, 19.
[74] Ibid., 19-20.
[75] OOCC IV, 2.
[76] cf. VII Congreso Consultivo, 20.
[77] Ibid.