Médico para el alma

Médico para el alma nace en 2015 como una respuesta ante la necesidad de evangelizar a los jóvenes de la ciudad de Medellín. Es así como, Jhon Mario García, convoca a varias personas de la renovación católica carismática que trabajaban en procesos de sanación interior para organizar un grupo en el que se ofrecieran estos procesos a los jóvenes.

Desde sus inicios, el proyecto se desarrolló en la Casa Vicente Pallotti en la ciudad de Medellín, contando con el apoyo y acompañamiento del Pbro. Mariusz Maka.

Con el fin de tener procesos de sanación integral y que correspondieran a las bases tanto doctrinales como kerigmáticas católicas, se estructuraron los procesos de sanación por temas específicos, partiendo de temas kerigmáticos y catequéticos bajo la dirección de un consejero espiritual, quien a su vez estaría bajo la supervisión del Pbro. Mariusz Maka.

Esta nueva estructura implementada ha tenido gran acogida, por lo que ha debido abrirse convocatoria en dos ocasiones más, contando con un gran número de personas que dan testimonio de vida después de realizar su proceso de conversión-sanación.

La sanación interior es un proceso necesario e inherente a la persona, incluso desde el momento mismo de la concepción, la persona se enfrenta al sufrimiento. Todos tenemos heridas emocionales que dejan cicatrices que se revelan en la praxis cotidiana a través de los pensamientos, el comportamiento y la personalidad, causando conflictos interiores que nos llevan al sin sentido de la vida, el pecado, las enfermedades físicas, emocionales y mentales;  el detrimento de las relaciones interpersonales, la pérdida de los valores, los vicios,  la muerte espiritual o en el menor caso, a la vivencia de una religiosidad sin crecimiento ni madurez.

Frente a ésta realidad, Nos dice el Magisterio de la Iglesia, a través de la Gaudium et spes hablando de los interrogantes más profundos del hombre y cómo la Iglesia está llamada a dar respuesta a esos interrogantes y a orientar al ser humano en la búsqueda de su verdadera vocación: “En realidad de verdad, los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano. Son muchos los elementos que se combaten en el propio interior del hombre. A fuer de criatura, el hombre experimenta múltiples limitaciones; se siente, sin embargo, ilimitado en sus deseos y llamado a una vida superior. Atraído por muchas solicitaciones, tiene que elegir y que renunciar. Más aún, como enfermo y pecador, no raramente hace lo que no quiere y deja de hacer lo que querría llevar a cabo. Por ello siente en sí mismo la división, que tantas y tan graves discordias provoca en la sociedad. Son muchísimos los que, tarados en su vida por el materialismo práctico, no quieren saber nada de la clara percepción de este dramático estado, o bien, oprimidos por la miseria, no tienen tiempo para ponerse a considerarlo. Otros esperan del solo esfuerzo humano la verdadera y plena liberación de la humanidad y abrigan el convencimiento de que el futuro del hombre sobre la tierra saciará plenamente todos sus deseos. Y no faltan, por otra parte, quienes, desesperando de poder dar a la vida un sentido exacto, alaban la insolencia de quienes piensan que la existencia carece de toda significación propia y se esfuerzan por darle un sentido puramente subjetivo. Sin embargo, ante la actual evolución del mundo, son cada día más numerosos los que se plantean o los que acometen con nueva penetración las cuestiones más fundamentales: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte, que, a pesar de tantos progresos hechos, subsisten todavía? ¿Qué valor tienen las victorias logradas a tan caro precio? ¿Qué puede dar el hombre a la sociedad? ¿Qué puede esperar de ella? ¿Qué hay después de esta vida temporal?

Cree la Iglesia que Cristo, muerto y resucitado por todos, da al hombre su luz y su fuerza por el Espíritu Santo a fin de que pueda responder a su máxima vocación y que no ha sido dado bajo el cielo a la humanidad otro nombre en el que sea necesario salvarse. Igualmente cree que la clave, el centro y el fin de toda la historia humana se halla en su Señor y Maestro. Afirma además la Iglesia que bajo la superficie de lo cambiante hay muchas cosas permanentes, que tienen su último fundamento en Cristo, quien existe ayer, hoy y para siempre. Bajo la luz de Cristo, imagen de Dios invisible, primogénito de toda la creación, el Concilio habla a todos para esclarecer el misterio del hombre y para cooperar en el hallazgo de soluciones que respondan a los principales problemas de nuestra época” (Num. 10)

Afirma además, la Exhortación Apostólica Christifideles Laici: “Id también vosotros. La llamada no se dirige sólo a los Pastores, a los sacerdotes, a los religiosos y religiosas, sino que se extiende a todos: también los fieles laicos son llamados personalmente por el Señor, de quien reciben una misión en favor de la Iglesia y del mundo” (Num. 2).

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