(Renovación SAC 2000 – N°1)

 Asumimos los desafíos de nuestro tiempo unidos a Jesucristo y en el espíritu de S. Vicente Pallotti

 

A todos los Miembros de la Sociedad del Apostolado Católico

Al pueblo de Israel se le dio el año de jubileo para que, reposando de las fatigas cotidianas, redescubriese y recordase siempre el significado más profundo de su vida y de su trabajo. También nosotros, que estamos para trasponer el umbral del tercer milenio, debemos aprovechar el momento favorable para retornar al entusiasmo de nuestros origines palotinos.

Con el pasar del tiempo muchos aspectos de nuestro carisma, de nuestro apostolado y de la nuestro ser comunidad se dieron por descontados. El año del jubileo del 2000 y del 150mo aniversario de la muerte del Fundador nos ofrecen una oportunidad especial para retomar un camino de profunda conversión personal y comunitaria en referencia al carisma palotino y para redescubrir más completamente su fuerza y su significado, en la segura conciencia de que, así como Dios Padre hace 2000 años mandó a Jesucristo como Apóstol suyo, ahora Jesucristo nos manda a nosotros como apóstoles a las gentes del inminente milenio.

  1. Los desafíos en el umbral del Tercer Milenio

Vicente Pallotti leyó atentamente los signos de su tiempo y por ello precisó los lugares en que Cristo nos iba a enviar en su nombre (Lc 10, 1-12). También nosotros, siguiendo el ejemplo del Fundador, estamos atentos a los signos de nuestro tiempo, que indican también dónde hay que desplegar la riqueza de nuestro carisma.

Nuestra época se distingue por un extraordinario pluralismo. Hay opciones cada vez más numerosas y amplias, pero a menudo pocas son las directivas sobre qué significan y adónde conducen. La ecología del planeta y todos sus habitantes están amenazados; muchos están afligidos por la indiferencia y la falta del sentido de la vida; el aislamiento lleva a cada vez más hombres y mujeres al deseo de pertenecer a algo y a alguien; en muchos corazones la confianza en la Iglesia está muriendo y la búsqueda de Dios cedió el paso a un implacable consumismo y a un difundido secularismo. La injusticia, además, genera la intolerancia, la pobreza, la violencia y el degrado de la dignidad humana.

Todo esto se añade a una profunda hambre espiritual que se está despertando de nuevo, particularmente en los corazones de la nueva generación. Es una agitación profunda en relación consigo mismo y con la propia vida; hay hambre y sed de algo que supere los estrechos confines que el mundo se ha construido. Como Vicente Pallotti, también nosotros estamos mandatos para encaminar todos estos deseos por los caminos salvíficos del cristianismo. Como Jesús, el Apóstol del Padre, somos los enviados para que también la próxima generación pueda tener vida, y tenerla en abundancia (Jn 10, 10).

2. El don del carisma palotino para el nuevo Milenio.

En este mundo, lleno de adversidades y de esperanzas, estamos llamados nuevamente a la confianza en el valor imperecedero de nuestro carisma.

El año del jubileo es un tiempo bendito, para reconquistar la estima de nuestros carisma palotino, don que Dios depositó en la Unión del Apostolado Católico, en la cual nosotros, los de la SAC, tenemos un rol particular y permanente. Un don para la vida del mundo a través del cual Dios mismo bendice y enriquece a la Iglesia. La falta de reconocimiento y valoración de nuestro carisma palotino como don y gracia de Dios, provocaría un quebranto de la defensa, de la promoción y del compartir de las bendiciones recibidas. A 150 años de la muerte del Fundador debemos, en cambio, confiar firmemente en que nuestra misión, nuestra heredad y nuestra visión de la vida no son sólo importantes para el tercer milenio sino que están cargadas de promesas y de estímulo para el pueblo al que Cristo nos manda.

Como Vicente Pallotti tuvo qué ofrecer en la última parte del segundo milenio, también lo tenemos nosotros para el tercero. Podemos dar testimonio de la experiencia del Dios amor y misericordia infinita, en un mundo a punto de morir por falta de amor. Podemos revelar a toda generación la dignidad de ser los amados del Señor, plasmados a su imagen y semejanza. Le podemos abrir a toda persona de buena voluntad la posibilidad de una profunda intimidad y amistad con Jesucristo.

En un mundo donde son demasiados los que están obligados a caminar en soledad, podemos ofrecer una perspectiva y un camino de comunidad y de unidad donde impera un rudo individualismo, nosotros presentamos esa imagen de estar juntos en el Cenáculo que le ofrece al mundo sufriente una imagen dinámica de la Iglesia. Donde se acepta a todos y donde el Espíritu Santo infunde coraje en un pueblo temeroso, guiando a una comunidad de apóstoles hasta el testimonio misionero que no habría podido nunca dar por sí misma. Donde revela que la llave de acceso es un corazón apostólico y no un oficio. De la experiencia del Cenáculo brota el don de la colaboración, sello de garantía de nuestro carisma. Cuando la división y las separaciones asilan a las personas, nosotros, miembros de la SAC, podemos dar un testimonio vivo de la belleza y del gozo de la unidad de nuestras comunidades locales, de nuestro apostolado como sacerdotes y hermanos, en el recíproco respeto y colaboración. La unidad compartida entre los miembros, las comunidades locales, las provincias, las regiones y las delegaciones serán un elocuente signo de contradicción para un mundo lacerado por fuerzas de la división del nacionalismo, del espíritu de dominio y de la ambición (cf. Ef 4, 2-3). Nuestra capacidad palotina de involucrar a todos es un precioso antídoto contra la miseria de muchas personas excluidas y aisladas de las fuentes del amor, de la dignidad y de la seguridad.

Nada dará testimonio de la vitalidad y del don de nuestro carisma al tercer milenio mejor que nuestro firme compromiso con la Unión del Apostolado Católico. Los últimos treinta años, dedicados a tratar de comprender nuestro rol en la UAC, nos llevaron a una encrucijada de nuestra historia con la inigualable oportunidad de volver a obtener el impulso de nuestros orígenes. La UAC es para nosotros la ocasión favorable para difundir la fe en un mundo donde reinan muchas dudas, y de encender el fuego del amor donde muchos se encuentran en el hielo de la indiferencia. La riqueza de nuestro carisma de SAC está inseparablemente unida a la realización de la UAC y nuestro futuro, ligado a su destino. La Unión es, para nosotros, ese lugar en el que podemos aportar muchas y potentes energías apostólicas para la causa de la evangelización, donde hombres y mujeres puedan ser liberados de la desorientación y de lo insignificante, con una formación seria y profunda sobre espiritualidad, oración, comunidad y apostolado. La Unión es y debe ser el nuestro modo de ser Iglesia del tercer milenio para posibilitarle a un pueblo de hombres y mujeres espiritualmente hambriento, experimentar la magnificencia del amor de Cristo, que no sólo le renueva la fe, sino que los impulsa a difundirla por todo el mundo.

En todo lugar donde colaboramos activamente para la realización de la Unión, estamos trasformando la intuición de Vicente Pallotti y el amor de Cristo en apostolado. La Unión es nuestro desafío; arrancamos de las aspiraciones del Fundador para llegar a la obra ardua de apóstoles. En la Unión, nuestro servicio se alimentará y cobrará coraje, en medio de tantas personas preocupadas sólo de sí mismas. En la Unión se volverá a despertar y se promoverá en cada uno la dignidad de su vocación. Inspirados en la intuición propia de Vicente Pallotti de la corresponsabilidad de todos los creyentes en la misión de la Iglesia, siempre impulsada por el amor de Cristo, podemos ofrecerle al mundo un incansable testimonio de recíproca complementariedad. Si la colaboración es verdaderamente el corazón del carisma palotino, entonces la Unión del Apostolado Católico es el lugar primario y privilegiado donde todos juntos demostramos nuestro compromiso con el carisma y con el mundo que lo espera.

3. Mandados al mundo por Jesús, el Apóstol del Eterno Padre

En este año de jubileo, en el que toda la Iglesia recuerda la venida de Jesucristo en medio a los hombres, la encarnación puede constituir una motivación particularmente fuerte para introducir a Jesucristo, el Apóstol del Padre, en el corazón de nuestro mundo moderno, con renovado entusiasmo y decisión. Jesucristo Apóstol, es un ícono extraordinario del Padre, que nos entregó el mismo Fundador. Él quiso recordarnos cómo la motivación de nuestra misión apostólica debe ser el amor de Cristo, que sólo nos impulsa al mundo por la puerta del 2000. No vamos al mundo sólo por los problemas que lo afligen, sino porque Cristo nos ha enviado. Tener viva y fuerte en el corazón de la Iglesia la conciencia de la motivación misionera es la perenne misión de todo palotino.

Además, si nos sabemos enviados de Cristo del mismo modo en que Él lo fue del Padre, entonces tenemos también la profunda conciencia de tener que responder sólo a quien nos ha confiado el mandato. Nuestra vida y nuestra obra apostólica deben reflejar el estilo, el objetivo y la intención de Jesucristo, precisamente como su vida apostólica fue un reflejo de la voluntad y del corazón de su Padre. Las seis promesas de nuestra consagración en la SAC reflejan las características de la misma vida y del Apostolado de Jesús. Vivirlas con renovado vigor, conciencia y orgullo será también un auténtico don para la Iglesia del 2000, y más.

4. El momento favorable para dar valientemente testimonio de nuestra heredad.

 El jubileo de la venida de Jesucristo al tiempo y a la historia de la humanidad ofrece un tiempo privilegiado de evangelización y de testimonio del espíritu palotino. Es un tiempo favorable para que cada miembro de la Sociedad emprenda un camino de más profunda conversión personal al carisma, para crecer en la estima y en el orgullo del Fundador que tenemos, y para conmemorar las realizaciones y las esperanzas de nuestra historia.

En este año de jubileo le pedimos a María, Reina de los Apóstoles, y a nuestro santo Fundador que intercedan por nosotros ante a Dios. Que ellos pidan y nos obtengan una triple bendición. La del discernimiento, para tener conciencia del don del carisma y de nuestra comunidad SAC, la del coraje, para aceptarlos y conducirlos responsablemente al futuro, y la de la fuerza, para darle continuidad.

 

[A.I.D.G.]

 

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