(Renovación SAC 2000 – N°5)

I. Introducción.

 

  1. La obediencia en nuestro tiempo, a pesar de la purificación justa y necesaria que ha tenido, es culturalmente una virtud incómoda y espinosa. Sin embargo debemos preguntarnos si nuestro actuar construye el reino de Dios o si aún triunfa el hombre viejo que está en nosotros.

Con nuestra consagración decidimos y prometimos imitar a Jesús[1] y a adaptar nuestra vida a la suya, regla fundamental de toda la fundación de S. Vicente Pallotti[2].

II. La obediencia de Jesucristo.

 

  1. Jesucristo, Hijo eterno del Padre, venido al mundo, obedeció hasta la muerte de cruz para vencer la desobediencia de la primera pareja humana. En el deseo de ser como Dios, había oído su voz amorosa como una amenaza a la libertad y no había querido acogerla.

 

Encuentros

En cambio, para ruina de ellos y de todos nosotros, aceptó las falsas promesas de divinización que le ofreció el tentador[3] La obediencia de Jesús resalta sobre el fondo de la primera desobediencia. Tanto la desobediencia como la obediencia están en relación con el amor. Cada pecado nuestro es siempre una falta de amor que se puede superar y destruir sólo con el amor, pero es también un abuso de libertad, una negación, un rechazo, un cerrarse conscientemente al amor y a la comunión con Dios, o romper la existente.

 

3. Dios quiere entrar en comunión con la creatura inteligente y libre, proponiéndose como compañero de comunión y de alianza. Ella a su vez, puede acogerlo o rechazarlo y, dado que Dios es amor por esencia, todas sus acciones y sus iniciativas nacen del amor y todas sus invitaciones, propuestas y órdenes se orientan al bien del ser humano, pero eso no se realiza si la creatura no recibe y acepta amorosamente la voluntad de Dios. Ésta es la obediencia de Cristo y de sus hermanos cristianos.

4. El ser humano está creado para escuchar y acoger a alguien y, si no oye la voz de Dios, termina por hacer caso a falsos ídolos. La obediencia a Dios no amenaza la libertad humana; en cambio la desobediencia, erradamente considerada como camino de libertad y autonomía, provoca esclavitud y muerte. Las consecuencias para la primera pareja fueron la ruptura de la comunión original, la vergüenza de la desnudez, el miedo, la pobreza y la muerte.

5. Jesucristo, aun siendo Dios, no quiso presentarse como tal, sino que asumió la condición de siervo y obedeció al Padre celestial hasta la muerte de cruz (Cfr. Fil 2, 6ss) “…no bajé del cielo para hacer mi voluntad, sino la voluntad de aquél que me envió… esta es la voluntad de mi Padre, que quien ve al Hijo y cree en él tenga la vida eterna y yo lo resucitaré en el último día” (Jn 6, 38-40). La obediencia de Jesucristo constituyó su apostolado[4].

6. Además, Jesucristo obedeció al Padre estando sometido a María, a José (ver Lc 2, 51) y sobre todo a la palabra de Dios (ver Lc 4, 21 y 24, 27.46). Cuando lo condenaron por haberse proclamado Hijo de Dios (ver Jn 19, 7), en la cruz testimonió una obediencia filial extrema: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46).

7. Como signo de complacencia por la obediencia, el Padre resucitó y glorificó al Hijo y lo constituyó primogénito de la nueva creación, señor de todo y fuente de vida eterna para cuantos aceptan entrar en comunión con él. La obediencia de Cristo se convirtió, así, en fuente de vida eterna para quienes está dispuestos a hacer, como él, la voluntad de Dios[5].

8. En la historia de Cristo, la obediencia es la disponibilidad de sí mismo a Dios; nace de la certeza de ser amados por él y de la alegría de poder ofrecerse. En la base de la obediencia está, por tanto, la certeza del amor sin límites de Dios, la alegría de colaborar con él y de darle mínimamente lo que se recibió, tanto más profunda y plena cuanto más se es consciente de ese amor y de la debilidad de nuestro intelecto y nuestra voluntad.

III. La obediencia de los seguidores de Cristo.

 

  1. Para edificar la comunidad cristiana, Jesús primero llamó algunos hombres para vivir con él en amistad y después los envió al mundo a continuar su misión salvífica como testigos[6], de modo que el ser y la realización de la comunidad cristiana están bajo el signo de la obediencia. Todos, como hijos adoptivos del Padre celestial y hermanos más pequeños de Jesús[7], están llamados a seguirlo e imitarlo en su obediencia hasta la muerte en cruz.
  2. Fortalecidos por el Espíritu Santo, los discípulos de Cristo llevaron a término el mandato misionero, siempre bajo el signo de la obediencia en lo que debían hacer y en el modo de hacerlo y también ellos dieron testimonio de Cristo hasta la muerte. La evangelización del mundo y la práctica de la caridad, signo distintivo de los seguidores de Cristo[8], se incluyen en el horizonte de la obediencia al mandato de Cristo[9].

 

Encuentro de novios

Con el ejemplo de Jesús y con la ayuda del Espíritu Santo, los discípulos cumplieron efectivamente la voluntad del Padre celestial y acompañaron la misión salvífica de Cristo con la obediencia, la alegría, la generosidad y la audacia y, cuando los quisieron obligar a dejar de anunciar a Jesucristo, prefirieron “…obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5,29). El martirio fue la mayor manifestación de su obediencia a él.

  1. La Iglesia siguió y sigue realizando la voluntad salvífica del Padre celestial, y la misión de Cristo en la obediencia. persevera en la doctrina de los Apóstoles, reconoce la autoridad de Pedro y de los Apóstoles y, en momentos de duda e incertidumbre, se dedica a discernir la voluntad de Dios[10] y, porque la reconocieron, la escucharon y la acogieron a través de varias mediaciones, los cristianos fueron bendecidos y son bendición para el mundo. Por otra parte, toda obediencia está en función de la vida y de la bendición, como se pone de relieve en la vocación y la obediencia de Abraham, de los profetas, de María y de los discípulos de Cristo. Es por eso que en la práctica de la obediencia, los cristianos se pueden referir a ellos y a tantos hermanos, uno de los cuales es S. Vicente Pallotti.

IV. La obediencia de S. Vicente Pallotti.

 

  1. La virtud de la obediencia ocupó un lugar especial en la vida y en la enseñanza de S. Vicente Pallotti. Desde el comienzo se sintió profundamente impresionado por el “Jesús obediente”.

Por sus notas personales sabemos que ya en 1816 hizo un voto privado de obedecer siempre a su confesor[11]. Habiendo puesto a la cabeza del trazado de su camino espiritual la convicción de que “su capital enemigo fuese la mínima inclinación a lo que no era un despojo total del intelecto y de voluntad”[12], buscaba la seguridad de lo que Dios quería de él y sólo el mérito de la obediencia se lo habría podido indicar. Por eso se encomendó al confesor, dado que “…no todo lo que pienso y conozco –decía– es voluntad de Dios, sino aquello que se me manifiesta por medio de la santa obediencia”[13]. Por eso, en su fuerte y profunda convicción de fe, consideró que el confesor le ordenaba justamente lo que Dios le habría pedido si hubiese venido a hablarle personal y visiblemente. Para Pallotti, escuchar al confesor era escuchar verdaderamente a Dios[14].

  1. Él no quería obedecer solamente al confesor sino “a todos los superiores… y obedecer prontamente con exactitud, alegría y simplicidad”[15] y, también con la misma prontitud, exactitud, alegría y simplicidad, “a todos los que me piden o me ordenan algo, sean ellos grandes, pequeños, nobles, plebeyos, superiores o inferiores, aun los que están bajo mi cuidado, siempre en lo que puedo prudentemente obedecer y que no están en contra del consejo y la orden del director espiritual”[16].
  2. Considerando que no todos los requerimientos o las órdenes se pueden y se deben aceptar y seguir, podemos constatar que la obediencia de Pallotti es clara y segura. Es una obediencia iluminada por la luz de la fe, de modo que aunque se dé a personas superiores o inferiores no se da a ellos, sino a Dios[17].
  3. Para Vicente Pallotti, “la obediencia es una virtud por la cual, con nuestro intelecto y nuestra voluntad y con nuestra obra, nos sometemos a un hombre que hace las veces de Dios”[18], una sumisión a la voluntad de Dios manifiesta a través de los legítimos superiores.

Con esta convicción, la primera intención y la mayor preocupación de los superiores debe ser la de descubrir y discernir concretamente la voluntad de Dios respecto a la comunidad y sus integrantes; por eso, su interrogante debe ser “¿qué quiere Dios de esta comunidad mía?” y para eso, ellos pueden y deben ser ayudados.

  1. ¿Cómo entendía Pallotti que se debía obedecer? Desde 1816 quería que su obediencia fuera “verdadera, dispuesta y alegre”[19] y, reconociendo en el retiro de 1826, que toda su vida era una continua desobediencia, quiso que su obediencia fuera la de Cristo[20].

V. La obediencia de los discípulos de Vicente Pallotti.

 

  1. Escribiendo a los miembros de su fundación, Pallotti le da un realce especial a la virtud de la obediencia. Al redactar la legislación de la Unión y de la Sociedad del Apostolado Católico, presentó por encima de todo a Jesucristo como modelo de perfecta obediencia[21].
  2. Pallotti señala otro modelo y otra motivación para la obediencia en el misterio de la Epifanía. Como los Magos obedecieron a la estrella para seguir la llamada del Mesías nacido, sin cuidarse de los peligros y riesgos del camino[22], y a la indicación en sueños para volver a su país por otro camino, también nosotros estamos llamados a confiar en Dios y vivir todos los días según el evangelio[23].
  3. Pallotti consideró además la obediencia cristiana y religiosa en función de la misión de Jesucristo y de la mayor gloria de Dios y el bien de las almas. Todos los miembros de la Unión del Apostolado Católico habrían tenido que ser perfectos en la virtud de la obediencia y en la sumisión a todas las órdenes de los superiores, de modo que sus vidas se pudieran llamar y ser realmente de perfecta obediencia. Él afirmó simplemente que la obediencia era la virtud principal y que habría de ser objeto de todas las oraciones de los pertenecientes a la Unión[24].
  4. La obediencia palotina tenía que ser, antes que nada, eclesial, es decir: obediencia a la Iglesia. La Pía Unión y la Sociedad fueron para él “…instituidas bajo la absoluta e inmediata dependencia del Sumo Pontífice… para que disponga de una y otra para todas las necesidades de la Santa Iglesia y a su beneplácito”[25]. Por eso, toda la Unión se atiene a un “profundo respeto de pronta obediencia y religiosa veneración al Sumo Pontífice que Jesús constituyó como supremo evangelizador[26] católico en todo el mundo y que tiene el primado de jurisdicción sobre toda la Iglesia Católica y, en proporción…, al Sagrado Colegio y a los obispos, que son los evangelizadores católicos de sus diócesis”[27]. También sus obras apostólicas habrían debido tener en cuenta las exigencias de los obispos y, en lo posible, de toda la Iglesia universal[28].
  5. Para la obediencia que todos los miembros de su fundación debían practicar, Pallotti enumeró y explicitó nueve características:
  • Cristiana y religiosa, es decir, que hay que obedecer en espíritu de fe, de esperanza y de caridad, creyendo firmemente obedecer a Dios, amarlo y respetarlo en la persona de los superiores y de aquellos a quienes debemos obediencia por orden de estos superiores, con la confianza de obtener por todas estas acciones el más alto premio de Dios[29].
  • Universal, obedecer a todos los superiores sean iguales o inferiores, en todo lo que ordenan en todo tiempo y lugar[30].
  • Indiferente, que esté depuesta a aceptar cualquier orden de cualquier superior y de quien sea que manda por orden de ellos[31].
  • Exacta y completa, sin omitir nada de lo que se cree sea la voluntad del Señor, sin hacer nada ni más ni menos, y no hacer sólo la parte agradable[32].
  • Pronta, que todos tenemos que practicar una obediencia inmediata, sin atrasos o indecisiones[33].
  • Ciega, comprobado que la orden no esté evidentemente contra los mandamientos de Dios y los preceptos de la Iglesia, renunciar a examinar si es bueno o malo[34].
  • Simple, seguir la orden sin pensar por qué se haya ordenado y sin reflexionar mucho sobre cómo seguirla, confiando en la gracia de Dios, solo con la cual podemos hacerlo todo[35].
  • Humilde y respetuosa, tener presente que estamos obedeciendo a Dios y por eso, cada vez que recibimos una orden, no importa cuál, nos tenemos que considerar felices y también indignos de que Dios piense en nosotros y cuente con nosotros para hacer algo por su amor[36].
  • Cordial y afectuosa, o sea que todos tenemos que aceptar con alegría lo que se nos manda, escucharlo con todo el afecto del corazón, con plena e íntima persuasión en conformidad, considerándola, cualquiera sea la orden, como venida del Paraíso[37].
  1. Después de las características cualitativas de la obediencia de los miembros de la Unión, Vicente Pallotti hizo algunas consideraciones muy importantes sobre el ejercicio de la autoridad de parte de los superiores y sobre el modo de suscitar la obediencia de las personas que se les confió. Los rectores no se deben considerar señores y patrones, sino ser los primeros servidores de la comunidad, a imitación de Jesucristo que declaró explícitamente no haber venido para ser servido, sino para servir (Mt 20, 28). No deben, por tanto, tratar a los miembros de la comunidad como el patrón trataba a los esclavos, sino como el último de los servidores trata a su señor[38].
  2. Además son muy importantes las reflexiones de Pallotti sobre el modo de obedecer de los miembros. “Para que los súbditos no falten a la caridad, …debe reconocer y respetar a Dios en su jefe, director, Regulador o Rector, de quien hace las veces; por eso, cada uno debe estar animado del más perfecto espíritu de respeto, dependencia y obediencia”. El modelo es siempre Jesús obediente[39].

 

VI. La obediencia de los miembros de la Sociedad del Apostolado Católico.

 

  1. Al escribir la regla de vida de la Congregación de los presbíteros y hermanos del Apostolado Católico, hoy Sociedad del Apostolado Católico, Pallotti dedicó un amplio capítulo a la virtud de la obediencia, que no difiere casi en nada de lo que escribió para toda la fundación[40].

Además del desafío para todos los miembros de la Sociedad del Apostolado Católico sin excepción[41], de imitar el ejemplo perfecto de Jesucristo, Vicente Pallotti consideró esa virtud, junto a la perseverancia, la fuerza coagulante de los que, sin votos, se propusieran el apostolado de Jesucristo[42] como ideal y quisieran vivir en la Sociedad para cumplir la misión de la Iglesia[43].

25. Pallotti, por todo esto, consideró la obediencia como base para la vida comunitaria y para el apostolado, dándole un fundamento teológico, comunitario y apostólico. Sin obediencia la comunidad no sobrevive; le falta consistencia y cohesión, se torna incapaz de cumplir la misión específica de la Iglesia. Toda falta contra la obediencia es una agresión contra la naturaleza y el carisma de la comunidad, que se debilita y empobrece. Aquí cuenta la enseñanza de Vicente Pallotti, maestro de obediencia: “…la razón y la experiencia demuestran que ordinariamente, el bien que se hacer en forma aislada, es escaso, incierto y de poca duración, y que los esfuerzos más generosos de los individuos no pueden lograr nada grande aún en el orden moral y religioso, si no en cuantos están reunidos y ordenados a un objetivo común”[44].

 

Misericordia medellín 1

26. Para asegurar, por eso, el bien común y la misión de la comunidad, es necesario justamente que haya una autoridad o un principio de orden. Así, la obediencia se hace bendición para la comunidad, para la Iglesia y para el mundo, como la desobediencia se convierte en mal para quienes esperan en el carisma.

También para Vicente Pallotti, en el marco de la mejor tradición ascética, la ejecución concreta de la orden debe provenir del espíritu de obediencia que había que adquirir con la constante lectura espiritual de las vidas de santos[45] y en particular con la meditación del Crucificado: “Meditaremos a menudo en el Crucificado, su obediencia hasta la muerte de cruz, y reflexionaremos que nadie es grande, noble, docto y distinguido por cualidades luminosas más que Jesucristo, ni que a ninguno de nosotros le costará tanto obedecer, cuanto le costó a Nuestro Señor Jesucristo”[46].

VII. La obediencia en la ley de la Sociedad del Apostolado Católico.

 

  1. Al volver a las fuentes originales de nuestro carisma y de nuestra espiritualidad, y al considerar la situación de la Iglesia en el mundo contemporáneo, la Sociedad del Apostolado Católico, orientada por las directivas de la Asamblea General extraordinaria de 1968 y 1969, estableció principios y normas de referencia, también para la promesa de obediencia[47].
  2. El principio inspirador y también el modelo de obediencia en la Sociedad del Apostolado Católico es siempre Jesucristo, Apóstol del eterno Padre.

Al consagrarnos a Dios en la Sociedad del Apostolado Católico, prometemos imitar a Jesucristo obediente y, al hacerlo, prometemos empeñar todas nuestra fuerzas en la realización de la voluntad salvífica de Dios y en la propagación del evangelio de Cristo en el mundo, como lo expresa el carisma palotino. Con la consagración a Dios en la Sociedad del Apostolado Católico y con la promesa de obediencia, nos despojamos de nuestra voluntad personal, muchas veces individualista, y, movidos por la caridad de Cristo, nos ponemos al servicio de la Iglesia con el compromiso de hacer fructificar en ella el carisma del fundador. Por ello, tanto las órdenes de los superiores como la obediencia de los hermanos están y deben estar en sintonía con la voluntad salvífica del Padre celestial y con la misión de la Iglesia.

  1. La Iglesia, después que aceptó y aprobó la fundación de S. Vicente Pallotti, quiere que, promoviéndola, le hagamos ver cuál es el modo de cumplir su misión y la ayuda que estamos dispuestos a darle. El punto crucial y decisivo es, por tanto, discernir con seguridad la voluntad de Dios para la Sociedad, la provincia, la comunidad y nosotros mismos. De ahí se deduce la necesidad de la presencia activa e iluminadora del Espíritu Santo en nuestras asambleas, convenciones de estudio y encuentros de discernimiento.
  2. Como Pallotti escuchó no sólo las autoridades sino también sus pares y cuantos vivían fuera de su comunidad, también “superiores y hermanos deben buscar juntos la voluntad de Dios en las circunstancias concretas de la vida, de la Iglesia y del mundo en las orientaciones de la Sociedad y esforzarse por realizar con prontitud el fin apostólico y el bien común”[48]. Ellos deben “buscar juntos, con sinceridad y mutua confianza, lo que más conviene a la actuación de su apostolado y al orden de la vida”[49].
  3. A todos los hermanos, por tanto, se les solicita tomar parte “de las programaciones y deben examinar con ellos [los superiores] lo que es más conveniente para el bien de los individuos y de la comunidad antes de tomar sus decisiones”[50].

Todos los miembros, superiores y hermanos, tienen el derecho y el deber de buscar juntos la voluntad de Dios en lo que respecta a la Iglesia, la Sociedad, el carisma de S. Vicente y los signos de los tiempos en el mundo[51]. Las decisiones, sin embargo, no se toman con el método democrático, sino que son los superiores los que responden como primeros responsables, del bien de la comunidad[52]. La promesa de obediencia no anula ni suprime la iniciativa de los miembros de la comunidad. Al contrario, S. Vicente Pallotti aseveró que todos nos debíamos interesar como si cada uno hubiese sido el fundador de la Sociedad[53]. Por eso, los miembros, reconociendo la autoridad de la que provienen, prometen corresponder a las iniciativas de los superiores, hacerlas propias, comprometerse en su realización[54] y hacer de modo que las iniciativas y las actividades apostólicas estén de acuerdo con ellos[55].

  1. La colaboración con los responsables de la realización del fin apostólico y del bien común es muy importante. La obediencia palotina no es servilismo, sino que reconoce y promueve el respeto a los superiores y a los hermanos, iguales en dignidad humana y cristiana, y entiende preservarla de conflictos y de cualquier forma de autoritarismo, insubordinación y obsecuencia[56]. La obediencia pasiva, que todo lo espera de los superiores, que no los tiene en cuenta o los pone siempre frente a hechos consumados, no es palotina ni es la obediencia de Cristo[57].

VIII. Conclusión.

 

  1. Esta obediencia, que nuestro fundador practicó y enseñó, puede parecer extrema e inimitable, especialmente en nuestro tiempo, pero si Cristo se hizo obediente hasta la muerte de cruz para nuestra salvación, es el modelo supremo[58], la obediencia seguirá siendo un valor cristiano indispensable, a pesar de la caída durante siglos de esquemas religiosos, morales y sociales o de ámbitos culturales de vida.

La persona puede obedecer por motivos que no son el espíritu de Cristo, es decir, por factores sociales, filosóficos, políticos, culturales, o por adquirir actitudes psíquicas como la adaptabilidad, la disponibilidad hacia los demás, el altruismo, la libertad interior de lo ilusorio y un consciente o inconsciente sentido de inseguridad y de miedo.

Todo acto de obediencia implica inevitablemente la muerte de sí y probablemente éste sea el motivo por el cual es la más difícil de observar de las tres promesas evangélicas. Sin embargo, la propia muerte, si está motivada y acompañada por el amor de Dios, no es el fin, sino que deviene un acto meritorio de autotrascendencia y conduce a la vida según el Espíritu[59]. Por eso, la práctica de la obediencia está vinculada intrínsecamente a la experiencia total del amor redentor de Dios. La obediencia es así un acto de fe, un rendirse totalmente a Dios, y requiere indudablemente la formación permanente en la sabiduría de la cruz.

  1. Nuestra obediencia, de la que habla la LSAC en el n. 32, comprende la obediencia cristiana, que obliga a todos los creyentes como tales, la obediencia canónica y la obediencia prometida con nuestra consagración a la Sociedad del Apostolado Católico. Sus miembros, además de reconocer la obediencia de Cristo como cumplimiento de la misión que le confió el Padre y de considerarla regla fundamental de su vida, se comprometieron a dejarse llevar por el amor de la Santísima Trinidad, a hacerlo experimentar a los hermanos y a ayudarlos a transmitirlo a los demás[60].

Nuestra obediencia prometida se califica en la fe como “una relación de diálogo entre el superior, que invita a un determinado comportamiento, y la o las personas que responden. Quien exige obediencia se dirige con su autoridad y con sus motivaciones al juicio de la libre decisión del interpelado, lo que distingue su acción del ejercicio autoritario del poder”. La verdadera obediencia “requiere de la persona que se somete, la disposición a escuchar, participar y realizar”[61]. El fundamento es la obediencia sujeta y guiada por la fe, que motiva a los superiores a buscar, reconocer e indicar en la vida cotidiana el designio del Señor, y a los hermanos a aceptarlo y a colaborar prestándole la obediencia debida.

 

[A. I. D. G.]

 

 

[1] Cfr. Ley de la Sociedad del Apostolado Católico (en adelante: LSAC), Roma, 2001, n. 18

[2] Cfr. OOCC II, 4.5: “Todos los cristianos deben imitar a N. S. Jesucristo; cuánto más lo deben imitar los que… quieren cooperar en la continuación de la misión de Jesucristo… por eso la vida de todos los que vienen a vivir… a la Pía Sociedad [Unión] debe consistir en la más perfecta y concreta imitación de la vida de N. S. Jesucristo, en la que las reglas… de la Pía Unión se fundan y son inherentes a la vida del mismo N. S. Jesucristo”.

[3] Cfr. OOCC III, 139: Jesucristo “…que Él [el Padre] envió para reparar la gloria de su majestad ultrajada y redimir el género humano hecho “masa de perdición” por el pecado de Adán; cfr. también R. Forycki, SAC: Comentario teológico espiritual de la Ley de la Sociedad del Apostolado Católico (texto manuscrito), Varsovia 1994, n. 30 II/a.

[4] Hb 10, 7; 10: “…vengo para hacer, oh, Dios, tu voluntad. Por esa voluntad nosotros hemos sido santificados “; cfr. OOCC III, 139: “El apostolado de Jesucristo es su obediencia a la regla del Padre celeste o sea a la obra misma de la Redención”.

[5] Rm 5,19: “…como por la desobediencia de uno solo todos han sido constituidos pecadores, tan también por la obediencia de uno solo todos son constituidos justos”.

[6] Jn 20,21: “Como el Padre me ha mandado a mí, también yo os mando a vosotros”: Mc 16, 15: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura “; Hch 1,8: “Quien crea y sea bautizado será salvo, pero quién no crea será condenado”. Lc 24, 48: “Seréis mis testigos en Jerusalén, en toda la Judea y la Samaria y hasta los extremos confines de la tierra “.

[7] Cfr. Rm 8, 29.

[8] Cfr. Jn 13, 34s.

[9] Cfr. Jn 13, 15.34.

[10] Cfr. Hch 15.

[11] Cfr. OOCC X, 262.

[12] Ibid, 6-7.

[13] Ibid, 10-11; cfr. también OOCC XI, 68.

[14] Cfr. OOCC X, 754ss.

[15] Ibid, 573.

[16] Ibid, 149.

[17] Ibid, 149-150: “…al obedecer a quienquiera entiendo obedecerle a la Ssma. Trinidad, a Jesús, a Maria, a los Ángeles, al Ángel de la guarda, al santo del nombre de la persona a la que obedezco, y a todos los otros santos y a todas las criaturas del universo; ¡ay Dios Obediencia, Obediencia, Obediencia! ¡ay Dios, Dios, Dios, Dios, Dios, Dios…Dios!, pero confieso que soy incapaz e indigno de obtener el don de la más perfecta, y simple obediencia”; cfr. también Ibid, 68 y 322.

[18] OOCC II, 90; cfr. también OOCC I, 284.

[19] OOCC X, 141.

[20] Cfr. Ibid, 162. Así le ha escrito en OOCC II, 157: “Entiendo que cada pensamiento, palabra, acción, míos y de todas las criaturas pasadas, presentes, futuras y posibles estén regulados por la obediencia de Jesucristo, y que la obediencia de Jesucristo sea la obediencia de todo, y que todo sea transformado en la obediencia de Jesucristo, de donde la obediencia será el ser de todo, el alma, el cuerpo, la comida, la bebida, el descanso etcétera”; cfr. también OOCC XI, 327-328.

[21] OOCC II, 89: “Cristo, aunque como Dios por naturaleza sea lo independiente por esencia, se dignó incluso hacerse hombre por nosotros y, para remediar la desobediencia de nuestro primer padre Adán, quiso ser obediente al Padre celeste hasta a la muerte de cruz y someterse a dos criaturas sobre esta tierra: Maria SS. su Madre, y a S. José su padre adoptivo”; cfr. también OOCC II 90, 100 y 101.

[22] Cfr. OOCC VI, 210.

[23] Cfr. Ibid, 219-220.

[24] OOCC VII, 109: “Todas las oraciones de la Congregación, y de toda la Pía Sociedad se dirigirán a conseguir como carácter distintivo de la misma Congregación el don de la más perfecta obediencia”; cfr. también OOCC II, 100 y OOCC LOS, 108.

[25] OOCC VII, 8; Cfr. también OOCC I, 1.

[26] “Evangelizador” o más bien “evangelizante”, un neologismo de Pallotti, indica en este caso al que personifica y torna perseverantes a los apóstoles en la plenitud de su sacerdocio, de su ministerio y por lo tanto de su jurisdicción.

[27] OOCC III, 134-135.

[28] Cfr. OOCC I, 5; Cfr. también LSAC n. 214 y 216.

[29] Cfr. OOCC II, 90-91.

[30] Cfr. Ibid, 92.

[31] Cfr. Ibid, 93.

[32] Cfr. Ibid, 94.

[33] Cfr. Ibid, 95.

[34] Cfr. Ibid, 96. “En la tradición ascética, que retoma aquí también San Vicente Pallotti, se habla de obediencia ciega; sin embargo, esta expresión hoy suscita demasiadas asociaciones negativas para poder servir ”; Forycki R., op. cit., n.32, II, 1 nota 6.

[35] Cfr. Ibid, 96-97.

[36] Cfr. Ibid, 98.

[37] Cfr. Ibid, 98-99.

[38] OOCC I, 107: “El mando, la orden, la dirección gubernativa no se da por un espíritu de dominio, sino por un sentimiento de caritativa servicialidad, recuerdo en este sentido que el rector, el director manda, ordena, dirige, todo para ayudar a todos en las necesidades del alma, para la adquisición del mérito de las obras con la cuál coadyuva cada uno a la Pía Sociedad, y en las necesidades del cuerpo, según la naturaleza del mando, y de la dirección, como un siervo a su dueño en el desempeño de su oficio, de modo que cada rector y director tiene que considerarse servidor de todos y de cada uno; cuanto más extenso es su gobierno, tanto más dilatada tiene que considerar su servidumbre”

[39] Ibid, 108; recuerda que si Jesús obedeciera a: “…un carpintero como era S. José, y a una pobrecilla de Nazaret como era María Ssma.,… todos, de cualquier grado de nobleza, de preeminencia, de cualquier estado y condición al prestar a la propia obra personal en las empresas de la Pía Sociedad para imitar en todo a Jesucristo, se considerarán valioso obrar

con espíritu de perfecto respeto, dependencia, y obediencia cualquiera sea la persona que ostente el título de rector, director, regulador”.

[40] Cfr. OOCC VII, 96-110.

[41] OOCC VII, 97: “Todos competirán en el ser perfectos en la virtud de la santa obediencia y la perfecta sumisión a todos las órdenes de los superiores, y de quienes ellos designen; de modo que la vida de todos en la Congregación se pueda llamar, y sea realmente, vida de perfecta obediencia y sumisión”; cfr. también OOCC III, 45 y 49.

[42] OOCC VII, 96: “Nuestro Señor Jesucristo, aunque como Dios por naturaleza sea lo independiente por esencia, se dignó hacerse hombre por nosotros; y para remediar la desobediencia de Adán, optó por ser obediente hasta a la muerte de cruz y quiso someterse a dos criaturas sobre esta tierra, a Maria Ssma. su madre y a S. José su padre adoptivo”; cfr. también OOCC III, 45 y 49.; cfr. Forycki R., op. cit., n. 30, II, 1b.

[43] OOCC VII, 97-98: “Sin lo cual es imposible vivir [la obediencia] en Congregación, y es mucho más imposible sin la perfecta obediencia, corresponder a los objetivos de la Congregación en las obras evangélicas de la mayor gloria de Dios, y de la santificación propia y ajena”; cfr. también OOCC III, 49-50, 71-72 y OOCC VIII, 23, 81-85, 272 y 278.

[44] OOCC IV, 122.

[45] OOCC VII, 108-109: “Para adquirir el sumo mérito de la anta obediencia, es necesario hacer todo con espíritu de santa obediencia y para formarnos en tal espíritu tenemos que usar constantemente los siguientes medios: todos leeremos frecuentemente los tratados de espíritu que conciernen la práctica y la perfección de la santa obediencia, e igualmente las vidas de los santos, y cuando no tuviéramos otro para leer, no omitiremos el capítulo de la obediencia, de la humildad, y de la mortificación, ya que una ajusta a la otra”; cfr. también OOCC II, 109- 100.

[46] OOCC II, 108-109; Cfr. también OOCC VII, 109-110.

[47] Documentos del Capítulo General XII extraordinario 1968 / 1969, Roma, 1969, 101-104.

[48] LSAC, 2001, Roma, n.31.

[49] LSAC, N. 235.

[50] Ibid, n. 32; cfr. también Socha H. SAC, Comentario Jurídico a la Ley de la Sociedad del Apostolado Católico, Roma, 2000, n. 451.

[51] Cfr. Forycki, R., op. cit., n. 31, II, 1A.

[52] Cfr. LSAC, 235 Y 31-32; Cfr. Socha H., op. cit., n. 450.

[53] Cfr. OOCC III, 28s.

[54] Cfr. LSAC, 32 e ibid 236: “los hermanos acogen con ánimo abierto las decisiones de los superiores, haciendo propias las tareas que se les confía, y dedicándose con todas sus fuerzas y capacidad”.

[55] Cfr. Ibid n. 237; cfr. también Forycki R., op. cit., n. 32, II, 1.

[56] Cfr. LSAC, N. 33.

[57] Cfr. Forycki R., op. cit., n. 31, II, 1B.

[58] Cfr. Fil 2, 6-11.

[59] Cfr. Rom 8, 1-13.

[60] Cfr. Socha H., op. cit., num. 441-446 y 449.

[61] Ibid, n. 439.

 

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